De todos los machos, machitos, machorros y machotes de las novelas de polis, el comisario Montalbano, el siciliano, el hijo más famoso de
Andrea Camilleri, se lleva la palma y no precisamente la del martirio.
Montalbano tiene tres mujeres. En el trabajo, en la comisaría de Vigata, ni una; hasta ahí podíamos llegar. En Génova, a horas de avión de su casa de Marinella, vive su novia Livia, una tipa siempre enfurruñada, con un carácter terrible, propensa a la bronca y muy maruja: cuando visita a Montalbano en su casa, da vacaciones a Adelina, la asistenta.
Adelina y Livia no se pueden ni ver: la típica lucha de hembras-hembras por el territorio del macho. Adelina es muy aldeana, casi analfabeta, sólo habla en dialecto, como buena siciliana tiene hijos delincuentes y cocina como los dioses.
En la ordenación del mundo de Montalbano hay dos tipos de mujeres: las que saben cocinar y las que no. Al comisario lo invitan a comer cada dos por tres sus paisanos en sus casas. Siempre cocinan las esposas. De hecho, lo único que sabemos de ellas es si son buenas cocineras o no. ¿Qué más hace falta saber? Montalbano es mujeriego a su manera.
La tercera churri de Montalbano es Ingrid, la sueca buenorra de conducta escandalosa para los paletos isleños. Montalbano se trae con Ingrid un rollito adolescente de lo más tontorrón: se rozan, se soban, duermen juntitos, charlan interminablemente de noche frente al mar...
Montalbano no es un comisario ortodoxo, no sigue siempre (o casi nunca) las reglas, investiga con métodos peculiares a espaldas de sus superiores y en esas aventurillas lo ayuda Ingrid, que, al parecer, no tiene otra cosa que hacer.
De todas sus mujeres, Ingrid es la más compañera, la más coleguita, la que está más a su altura, pues con la novia es una escaramuza continua y Adelina sólo está a su servicio.
En una de las novelas de la serie, Montalbano resulta herido y yace después inconsciente en su lecho. De repente, recobra el conocimiento, abre los ojos, ve a los pies de la cama a Adelina, Ingrid y Livia y se vuelve a desmayar. Sin comentarios.
Camilleri es también siciliano, de Agrigento, donde los templos griegos. ¿Compartirá con Montalbano su ordenación del mundo y los seres humanos? ¿O estará haciendo una caricatura de la mentalidad de sus paisanos?
Con Camilleri me pasa como con
Sue Grafton: tiene ochenta y tantos años; dentro de poco, adiós al hombre,
finito il maschio, no tendremos ya más montalbanos.
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