Emmanuel Carrère: Limonov, P.O.L 2011
El título lo dice: este libro, que ha recibido el
premio Renaudot de 2011, cuenta la historia de
Edouard Limonov. Sin florituras estilísticas, sin saltos en el tiempo ni complicaciones formales, de la infancia a la madurez, pero, eso sí, con un montón de digresiones valiosas.
Lo primero que dice la contraportada del libro es que Limonov es un personaje real. Así y todo, lo dudé: no estoy al tanto de la actualidad rusa (bueno, no lo estaba; ahora sí) y no se puede fiar una de estos escritores de autoficción que engañan tanto y tan bien. No habría sido la primera vez que me trago una ficción completa, pensando que es real. Permanecí, pues, unos gozosos días en la duda y luego me tiré de cabeza al Google y sí: o hay
una conspiración mundial para confundirnos, que todo puede ser, o Limonov es real. También es cierto que, si no fuera real, a Carrère se le habría ido mucho la mano, porque Limonov es más que nada, un personaje de novela, de novela de aventuras, o de película de aventuras, a la altura de los mejores de Joseph Conrad o el Fitzcarraldo de Werner Herzog.
En fin, es real, y está vivo. Es muy raro escribir la biografía de alguien que todavía está vivo, cuando ese alguien no es Cristiano Ronaldo ni Justin Bieber, pero sí, existe, está vivo, se llama en realidad Edouard Veniaminovitch Savenko, nació en Ucrania hace sesenta y ocho años, el próximo 22 de febrero cumplirá sesenta y nueve, es escritor y político y tiene blog:
ed-limonov.livejournal.com.
Limonov en la Feria del Libro de Moscú.
Limonov no es, como tampoco lo era Jean-Claude Romand, el protagonista de
El adversario, una novela anterior de Carrère, un personaje positivo. Lo más suave que puede decirse de él es que es controvertido, escandaloso, excéntrico, y lo que más se dice es que es
un fascista y un cabrón.
Tampoco tienen Limomov y Carrère nada en común, aparte de la pasión por Alejandro Dumas. Más villano que héroe, más maldito que otra cosa, contestatario y provocador, Carrère reconoce en él una manera heroica de vivir, una voluntad que ha permanecido fiel al destino heroico que soñaba para sí mismo de niño, una obsesión por la gloria, más que por el éxito, una firme voluntad de “
morir vivo, mejor que vivir muerto”y una sorprendente capacidad para “surfear sobre el caos”.
Lo que le fascina son todas las imágenes contrapuestas del personaje: el escritor golfo que conoció hace años, el guerrillero, el político, el disidente encarcelado y la estrella de las revistas del corazón.
O sencillamente que sean tan diferentes:
Vivo en un país tranquilo en el que la movilidad social es reducida. Nací en una familia burguesa del distrito XVI de París y ahora habito en el X. Soy hijo de un ejecutivo y una prestigiosa historiadora. Escribo libros y guiones y mi esposa es periodista. Mis padres tienen una casa en la isla de Ré y a mí me gustaría comprarme una en el Gard.
Todo eso no tiene nada de malo ni dice nada en contra de una amplia experiencia humana, pero sí es cierto que geográfica y socioculturalmente la vida no me ha alejado demasiado de mis bases. Y lo mismo puedo decir de la mayoría de la gente que conozco.
Limonov, en cambio, fue delincuente juvenil en Ucrania, ídolo del underground soviético, sintecho y mayordomo en Nueva York, escritor de moda en París, soldado en Los Balcanes y ahora, en el inmenso caos del postcomunismo, viejo jefe carismático de un partido de jóvenes desperados. Él se ve a sí mismo como un héroe; hay quien le considera un villano. Yo creo que su vida novelesca y peligrosa transmite algo, no solamente sobre sí mismo, no solamente sobre Rusia, sino también sobre nuestra historia común tras la Segunda Guerra Mundial.
[La traducción y adaptación son mías]
También tiene algo que ver la fascinación por Rusia, un país en el que,
de Vladivostok a Leningrado, hay once husos horarios y en las estaciones de tren las salidas y llegadas se indican con el de Moscú: los viajeros deben calcular la diferencia horaria.
Descendiente de rusos exiliados, para Carrère Rusia ha sido siempre “el territorio de la aventura y la desmesura”, “una fuente inagotable de historias”, “un lugar del mundo propicio para los destinos fuera de lo común”.
Agradezco a Carrère su representación de un país tan cercano y, a la vez, tan exótico y desconocido como Rusia y sus últimos años negros y llenos de sobresaltos. Le agradezco mis avances en léxico ruso (
zapoï, samizdat, labardan) y ese tono periodístico y didáctico fluido, de frases secas, crudas, rápidas y densas.
Continuará.