Me estoy aficionando demasiado peligrosamente a la forma de alimentarse de Aracena. Todo gira alrededor del cerdo y el pan tostado. El pan tostado es una delicia que se toma a todas horas: para desayunar, almorzar, comer, merendar o cenar, con mermelada, manteca, mantequilla, aceite de oliva o solo. Y, claro, hay que acompañarlo con unas lonchitas de jamón o, por variar un poco, con lomo ibérico. Tampoco le va mal un queso de cabra típico de la zona u otro de oveja, muy curado y muy sabroso, que compré en la tienda el otro día.
Luego están las demás partes comestibles del cerdo ibérico: el solomillo, el lomo, la pluma, la presa, el secreto... Antes de llegar aquí, incluso desconocía la existencia de algunas de ellas. ¡Lo que da de sí un puerco, madre mía! Todo eso se puede ver y aprender en el
Museo del Jamón, aquí en Aracena.
Me pregunto qué sentirá la población musulmana que vive aquí; soledad, supongo. Bueno, siempre les quedarán las setas, abundantes en la sierra y deliciosas, que se comen en revuelto, cazuela o croquetas. Y, como estamos a escasos cien kilómetros de Portugal, han llegado hasta aquí las benditas recetas de bacalao. El otro día comí aquí en Aracena, en
La Serrana, un lomo estupendo con una salsa riquísima de tomate y calabacín. Y, para compensar, otro día, crucé la frontera y en Serpa, en el restaurante
O Alentejano, me zampé un sublime arroz con pato.
En la foto, la portada manuelina de la iglesia de Almonaster la Real.Technorati tags |
Aracena