viernes, 30 de marzo de 2007

Ellroy inventó la antinovela

Llamo antinovela al género narrativo que cultiva James Ellroy. Es mucho atrevimiento por mi parte decir que la inventó. Seguro que ustedes, queridas y queridos lectores, conocen algún precedente del cual me encantaría tener noticia. Pero como yo lo ignoro y, además, para título queda eufónico y chuli, así lo dejo.

Antinovela es LA Confidencial y, sobre todo, Mis rincones oscuros. No lo es tanto La Dalia Negra. ¿Por qué digo que es antinovela? Porque es materia literaria en estado bruto, sin organizar. Mis rincones osuros poco se diferencia de la fotocopia de un informe policial. Yo imagino una de esas cajas de cartón de las pelis y las teleseries, llenas de documentos variopintos y manoseados: certificados, transcripciones de declaraciones, fotos sujetas con clip... Ellroy coge todo esto, le pone el mismo tipo de letra y le da formato de libro, sin más; presenta los hechos en crudo, tal como vienen, con un mínimo orden cronológico quizás, sin sentido del peso ni de la medida, con digresiones que llevan páginas y páginas y no conducen a ninguna parte, vías laterales que se abren y se disuelven en la nada, escasa pretensión estilística, frialdad y precisión de forense, aunque se trate del asesinato de su propia madre.

La madre de Ellroy murió asesinada. La encontraron estrangulada con sus propias medias en una cuneta de una carretera de California. Nunca encontraron al asesino. Después de haber escrito varias (anti)novelas, Ellroy decidió enfrentarse a su peor monstruo e investigó el asesinato de su madre. Todo lo plasmó en Mis rincones oscuros, sin cocinar, sin elaborar, sin ahorrar al público lector lo más terrible del crimen y su impunidad; incluso publicó una foto del cadáver de su madre, tal como lo encontró la policía. Entonces se entiende el título: Ellroy se sumergió en el agujero más negro de su interior.

Cuando leí en alguna parte que iban a hacer una peli de LA Confidencial, pensé que a quién se le ocurre, es imposible convertir eso en un guión que se parezca mínimamente al relato. Pues me equivoqué, lo hicieron. Y bien. Un filme digno. No quedó, en cambio, tan lograda La Dalia Negra, aunque no es tan antinovela, qué cosas.

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domingo, 25 de marzo de 2007

Griego contemporáneo

Casi todos sabemos más de la Grecia clásica que de la actual. Pocas noticias nos llegan hoy de allá: de vez en cuando una crisis de gobierno, una ola de calor, un nivel insoportable de contaminación en Atenas, o una novela de Petros Markaris. De hecho, si me gusta leer a Markaris es, entre otras cosas, porque me da noticias de la Grecia contemporánea.

Markaris tiene publicadas en español tres novelas negras con el teniente de policía Kostas Jaritos como protagonista. Si a alguien se parece Jaritos es a Wallander, el de Mankell. Es un tipo que no hace nada más que trabajar y cuyo rasgo peculiar es que lee diccionarios. No destaca por nada, no brilla por nada. Es, sin más, un funcionario eficiente y malhumorado.

Jaritos está casado con Adrianí y nos la pinta fatal: que no hace más que ver estúpidos programas en la televisión y quejarse del trabajo de su marido, que es una pesada empeñada en cuidar su dieta y hacer vacaciones como las personas normales, cuando Jaritos lo único que quiere es trabajar y trabajar y estar lejos de ella... Un panorama matrimonial idílico, vamos. Algo bueno tiene la pobre Adrianí: es una excelente cocinera (¡otra vez la cocina!). Cuando quiere reconciliarse con su marido, le prepara su plato estrella: tomates rellenos. Adrianí prepara tomates rellenos una media de cuatro veces por novela. Lo dicho: ideal.

Jaritos tiene, como Wallander, una hija a la que adora y que estudia derecho en Tesalónica. Las nuevas generaciones de mujeres se redimen un poco con ella.

Jaritos vive en Atenas. Describe y nombra minuciosamente sus calles y avenidas y todos los recorridos que hace de una punta a otra, con la lentitud del verdadero tráfico de la urbe. Nos dice más cosas de Atenas y de Grecia y lo que nos cuenta nos resulta bastante familiar: la tele está desquiciada, mola la cultura del pelotazo y las mafias internacionales explotan sin freno a los inmigrantes clandestinos, albaneses en su mayoría, que viven en condiciones indignas.

Markaris, además de novelista, es traductor y ha escrito también para el teatro y para el cine. En alguna entrevista ha dicho que intenta imprimir a sus novelas un ritmo cinematográfico. Y se nota, le sale bien: la acción transcurre ágil, sin tropiezos, sin rebotes, sin tiempos muertos. En el ritmo, en la ligereza se diferencia fundamentalmente Markaris de Mannkell. Y en el número de ejemplares que venden, al parecer.

Coged una novela de Markaris: puede que no os guste, pero aburriros jamás os aburrirá.

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lunes, 19 de marzo de 2007

La televisión es nutritiva

Cuando yo era pequeña, mis papis no tenían tele. Subían por las noches a verla a casa de un vecino. Y me llevaban con ellos, claro. Al acabar la emisión, salía Franco y entonces yo cogía unos berrinches tremendos y me bajaban por las escaleras pataleando y llorando. Mis papis interpretan que yo tenía manía a Franco, pero no necesito a Freud para saber que lloraba porque se acababa la televisión.

Años después he visto en la tele estupendas adaptaciones de Dostoievsky (¡qué inmenso Emilio Gutiérrez Caba en "El idiota"!), Henry James (Enriqueta Carballeira en "Las bostonianas") o Charlotte Brontë (¡qué miedo pasé cuando la loca de Jane Eyre se puso su velo de novia!). Por no hablar de Sancho Gracia haciendo de D'Artagnan, que eso sí que era droga dura para la infancia. Sinceramente creo que, si me gusta la literatura, es gracias a "Novela" y a "Estudio 1".

Y todo todito el cine clásico me lo he visto yo en la tele. ¿O creéis que en mi barrio programaban "El acorazado Potemkin"?

Además, para cualquiera que tenga una mínima veleidad literaria y capacidad de escándalo, la tele no tiene precio. Mirad lo que dice Roger Wolfe en "Oigo girar los motores de la muerte":

... tengo que reconocer sin ningún pudor que disfruto (...) de los llamados programas-basura. Son impagables para un escritor. Reflejan con todo su patetismo e intensidad el esplendor y la miseria (...) del género humano y su irrisoria condición. Y todo ello sin que tenga uno que moverse de casa.

En fin, que no creo en absoluto que lo literario sea enemigo de lo audiovisual. Otro día hablaremos del desprecio intelectual por el puro entretenimiento y por la presunta subcultura. Es mucha tela y hoy no tengo ganas.


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sábado, 17 de marzo de 2007

Ésta va a ser buena

En el Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 11 de junio al 9 de septiembre de 2007, tendremos la exposición Kiss kiss bang bang. 45 años de arte y feminismo. La muestra propone un análisis de los estereotipos sobre la identidad femenina.

Veremos cosas de Yoko Ono, esa señora a la que todo el mundo odia por ser culta, rica, fea y libre. (Yoko, cariño, tú a lo tuyo y ni caso)
Habrá también fotos de Cindy Sherman.Tendremos a Orlan y su arte carnal.
Y a las estupendas Guerrilla Girls. Yo no me la pienso perder.


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miércoles, 14 de marzo de 2007

Por qué me gusta Bayly

El título suena a justificación y lo es. Siempre me siento estúpidamente obligada a justificarme cuando digo que me gusta Bayly. ¿Por qué? Porque no es un tipo que cuente con las bendiciones de la crítica literaria ortodoxa. ¿Por qué? Porque dicen que hace literatura light, pero yo sospecho que es porque Bayly, además de escritor, es una estrella de la televisión; y eso no se lo perdonan. Y también porque quedó finalista del Premio Planeta en 2005; y eso es todavía más imperdonable.

Así que servidora tiene andar siempre diciendo por qué le gusta Bayly y cantar sus virtudes literarias. Veamos unas cuantas.

Bayly escribe siempre en primera persona, como Fernando Vallejo. Bueno, no siempre: "La mujer de mi hermano" era una novela en tercera persona, con narrador omnisciente, más decimonónica y más al uso. Pero todas las demás discurren de forma paralela a su existencia. El hombre se ha inventado una vida literaria que se entremezcla con la verdadera, hasta el punto de que me pregunto si sabrá distinguir entre una y otra. Yo no sabría. Y tampoco han distinguido bien, según parece, muchos de sus allegados, pues su impúdico exhibicionismo literario le ha traído problemas y con los problemas ha hecho también literatura: publicó "Los amigos que perdí", primero en Internet, con capítulos dedicados a las muchas personas que se le mosquearon por haber visto su intimidad más cruda novelada. Me gusta Bayly porque lo recicla todo, todo lo que vive, lo que le pasa, lo que piensa, y todo lo convierte en materia literaria. En general, me gustan los novelistas que hacen eso; es a la vez fácil, valiente y peligroso (además de impúdico, que ya lo he dicho). En la lista tengo al ya citado Vallejo y a Hanif Kureishi.

Me gusta también porque maneja como nadie la lengua hablada. En sus novelas oímos a coqueros limeños, chachas analfabetas, funcionarios jubilados, pijas de Miami, periodistas alcohólicos, militares en la reserva... Cada uno en su registro perfectamente logrado, con toda la seducción del habla peruana, insultos incluidos. Gracias a él, a mi colección de insultos colombianos aprendidos de Vallejo, he añadido un bonito repertorio de expresiones malsonantes peruanas: tremendo comepingas, que te chanque un tren y que te cache un burro siego.

Me gusta Bayly porque es políticamente incorrecto. Sus personajes, sus alter ego literarios no se cortan un pelo: son racistas, clasistas, sexistas, consumistas, materialistas, egoístas y todos los istas malos que se te ocurran. En absoluto se esfuerzan por caernos simpáticos, pero lo consiguen. Nos hacen encontrarnos con nuestros demonios interiores y reconocernos como los miserables que somos.

Me gusta Bayly porque sabe ponerse tierno. De hecho, de sus libros, mi favorito es el más blandengue, el más cursi, el más ñoño, el de más blancos sentimientos: "Amo a mi mami", donde declara su eterno amor a la empleada que lo cuidó de niño. En esa línea, la novela con la que quedó finalista del Planeta, "Y de repente, un ángel", que no es para nada la mejor de las suyas (lean crítica venenosa aquí), está dedicada a la mujer que cuida de sus hijas.

Y qué demonios, ya vale de justificaciones. Me gusta Bayly porque sí. ¿Qué pasa?

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sábado, 10 de marzo de 2007

La recta de

Entre los municipios de Baracaldo y Trapagaran
hay un tramo recto de carretera plagadito de burdeles. Me han dicho que lo llaman "la recta del amor". Como tal denominación no resulta de mi agrado, propongo un concurso de ideas para darle otro nombre.

Ahí van mis aportaciones. Podríamos llamarla, por ejemplo, la recta de la náusea, de la ignominia, del pisoteo al tercer mundo; la recta de los puteros, de la explotación, de la esclavitud sexual, de la degradación del cuerpo femenino, del tráfico de seres humanos, de la maldita hipocresía, del silencio cómplice, de las bofetadas, los chuloputas, la humillación, la brutalización del sexo, la muerte de las libertades, la miseria moral...

No quiero decir nada. Sólo elijo las denominaciones por su cualidad rítmica y sonora.


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martes, 6 de marzo de 2007

Das Leben der Anderen. Meine Geschichte

Me llamo Gerd Wiesler, pero todo el mundo me llama Visla, que es como suena mi apellido. Soy alemán y funcionario. He pasado por diferentes destinos; entré en esto por vocación y seguí por convicción y adhesión al socialismo. Ingresé en la academia de policía y era bueno: sacaba notas excelentes. Luego fui capitán en la Stasi y era bueno, aunque otros no tan buenos progresaron más que yo en el partido. No me extenderé sobre esto, pues de sobra saben ustedes de qué hablo.

Años antes de que cayera el muro, ya iba todo desmoronándose. Los dirigentes eran hombrecillos despreciables a la altura moral de concejales marbellíes, caricaturas de sí mismos y unos perfectos cabrones que en privado hacían chistes negros sobre el sistema. Y todo acabó derrumbándose cuando me ordenaron vigilar intensivamente a la parejita.

La parejita era de mi misma ciudad, Berlín Este, pero no tenía nada que ver conmigo. Yo vivía en un piso que parecía decorado por el estilista de Ho Chi Min y ellos en un apartamento chachi guay en el Prenzlauer Berg, ese barrio que es ahora tan cool. Se querían mucho y follaban como animalillos. Tenían amiguitos y organizaban fiestuquis con baile y orquesta. Yo estaba requetesolo. Ellos eran artistas: disfrutaban de la literatura, de la música, del teatro... Yo, hasta que se lo robé a ellos, nunca había leído un libro de poesía.

A la vista está que su vida era mejor que la mía. Por eso dejé de vivirla y comencé a vivir la vida de los otros. No me extenderé sobre esto, pues de sobra saben ustedes de qué hablo.

Sigo con mi historia. Ella era actriz de teatro. Una mujerona morenaza, entre Anna Magnani y Charo López, de esas que gustan tanto. Después de ella, dejó ya de estar de moda la sombra de ojos azul. Era capaz de pasarse días en una celda incomunicada y aparecérseme preciosa en el interrogatorio.

Él era autor de teatro. De éxito. Fiel al régimen, pero con malas compañías: intelectuales arrogantes que sacaban las patas del tiesto. Así y todo, era un buen hombre.

No era todo felicidad en la parejita. Tenían un amigo, director de teatro, que estaba en la lista negra de enemigos del partido. No pudo soportar que no le permitieran ejercer su arte y se suicidó. Desde entonces la parejita vivía aterrorizada, con miedo de caer en el ostracismo. Por eso, cuando les apretamos las tuercas, cada uno saló disparado por su lado, para donde pudo. Así es, amigos. O te integras o te defenestran. O vendes un poco tu alma al diablo o corres el riesgo de vivir para siempre con las piernas flexionadas en un rincón. No me extenderé sobre esto, pues de sobra saben ustedes de qué hablo.

La historia no acabó bien para todos. Yo caí en el temido ostracismo, cayó también el muro y ninguno de los dos nos levantamos. Pero tuve mi pequeña recompensa. Y por primera vez en mi vida, me compré un libro.

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domingo, 4 de marzo de 2007

Jonquet, la bestia

A Thierry Jonquet lo conocí por mediación de Pedro Almodóvar. Me explico: servidora siente por Almodóvar una devoción enfermiza, pero de eso ya hablaré en otro momento. Lo que ahora quería contar es que Almodóvar tiene por ahí una web oficial en la que de vez en cuando escribe de sus lecturas y de la literatura que le gusta. Y yo, como una boba, voy en busca de lo que le gusta, lo consigo, lo leo y no falla: siempre me agrada. Así he hecho descubrimientos interesantes como, por ejemplo, Jonquet.

Jonquet es una mala bestia fascinante. En sus novelas negras (las tiene también de otros colores, tirando a rojas) viven niños quemados vivos, mujeres prostituidas en extrañísimas circunstancias, policías a punto de enviudar, niñas tetrapléjicas que odian a sus padres, asesinos que han pasado por campos de concentración nazis, juezas con oscuros secretos familiares, profesores de instituto con síndrome de Diógenes, cirujanos plásticos vengativos, matones a sueldo contratados por un candidato a la presidencia de la République...

Entre toda esta fauna humana, el azar, la casualidad, la pura chiripa, desencadena el desastre, la hecatombe, para desespero del homo sapiens contemporáneo y su soberbia pretensión de tenerlo todo bajo control.

Y todo eso lo consigue Jonquet sin ser para nada tremendista ni morboso ni gore ni nada. Obra ese milagro peculiar de convertir a los monstruitos en humanos (¿o a los humanos en monstruos?), en pobres criaturas que dan hasta pena. No es abyecto: sólo dice lo que vemos y callamos. Y a veces ni siquiera lo dice, simplemente lo muestra.

Jonquet construye novelas como edificios, donde todo está en su sitio y nada falta ni sobra, perfectos artefactos literarios destinados a hipnotizar, a conducirte de la mano hacia infiernos que acaban siendo muy pero que muy familiares. Se diría que ordena el caos para que colisione entre sí y para hacerlo estallar.

En alguna parte he leído que Almodóvar va por fin a rodar su versión de Mygale. No veo la hora.


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