jueves, 8 de febrero de 2007

Qué rico insultas, Fernando

El mismo Fernando Vallejo cuenta que su traductor al alemán se le queja porque no sabe cómo poner en la lengua de Goethe los sabrosos insultos colombianos de sus escritos.
Pues vaya traductor más torpe, digo yo, porque está chupao decir en alemán, en francés, en inglés o en vasco "patirrajado, saltapatrás, culicagao, comemierda, cagatintas, matacuras, escupehostias, lambón, lambeculos o lambiscón". Y es también superfácil de traducir su insulto favorito: hijueputa; con las variantes hijueputazo e hijueputica. ¿Qué pasa?, dice Vallejo, Cervantes usaba "hideputa" y nadie se mete con él. Claro, como es Cervantes...
Los blancos de sus odios son (no necesariamente por este orden) Octavio Paz, el papa Wojtyla y su madre. Y sus grandes amores, la abuela Raquelita, los perros y la lengua española, de la cual lamenta haber presenciado "en cuestión de semanas" la desaparición "del milenario verbo 'oír' reemplazado por 'escuchar'".
Vallejo sólo escribe en primera persona y, como no tiene blog, se inventó en "La Virgen de los Sicarios" un amante asesino a sueldo que le hacía el favor de cargarse gratis a todo el que lo molestaba, sin tener siquiera que pedírselo: el sueño de todo misántropo.
Podría contar muchas cosas más de sus odios y amores. Podría decir que es médico veterinario, pianista, gramático y director de cine, pero prefiero que, quien no lo conozca, lea su discurso de aceptación del Premio Rómulo Gallegos. Y ya está.


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3 comentarios:

Fernando García Pañeda dijo...

Veo que este mi tocayo va por el mundo haciendo amigos: cristianos, musulmanes, cazadores, yanquia, japos, etc., etc.
Este no cantaba aquello de "yo quiero tener un millón de amigos, no".

Alorza dijo...

Stupendo: probablemente jamás pueda entrar a tu blog desde el curro. Tenemos un sistema que filtra los sitios donde aparecen expresiones malsonantes.

Noemí Pastor dijo...

Fer, él está libre de la esclavitud de agradar. Y esto me da una idea para otro post. Thank you.
Alorza, mi amol, nunca podría haber imaginado tantísima corrección política antiliteraria.