viernes, 31 de diciembre de 2010

Me pierdo la Nochevieja

Fueron sus últimas palabras.

Porque a Bobby le chiflaba la Nochevieja.
Él siempre fue de mucho bailar, pero en Nochevieja
es que se volvía loco Bobby Farrell.
Venga contorsión, venga salto, venga retorcimiento de anguila.

Ha muerto como los grandes: en un hotel.
De visita, quizás, a Rasputín.
Morir en un hotel es cool.
Como Sid Vicious, como Nancy Spungen, como ...
Ahora no se me ocurre nadie más.
¿Una ayudita pa completar la lista?

En su memoria, esta Nochevieja me voy a romper los pies bailando.
No pares, Bobby, no pares.
No descanses nunca en paz.



ANEXO
Lista de celebrities muertas en hoteles.
Se ruega colaboración.
Bobby Farrell
Sid Vicious
Nancy Spungen
Jimi Hendrix
David Carradine
Janis Joplin
Anne Nicole Smith
Andy Irons
Michael Hutchence
George Sanders

lunes, 27 de diciembre de 2010

Atraco en el asilo

Le pega un título chusco a un comentario sobre Le bal des débris, segunda novela de mi añorado Thierry Jonquet. El título lo he visto traducido en Internet como El baile de los despojos, pero, que yo sepa, no está publicada la traducción de la novela al español (sí hay discolibro, como veis en la foto) y, a diferencia de lo que me ha ocurrido otras veces, que he suplicado indignamente a alguna editorial que me subvencione la labor de traducción de Jonquet, esta vez no querría para mí ese encargo, pues el texto está plagado de giros coloquiales, slang y jueguecitos de palabras de los que rompen la cabeza de cualquier eminencia de la traducción.

El baile podría ser un high concept (si es que algún día nos ponemos de acuerdo con la definición; me mola la de Wikipedia): un viejo gángster asilado en un geriátrico, uno de los pocos clientes que no está del todo gagá, y uno de sus celadores, un tipo que no guarda nada en su taquilla ni en su cerebro, planean atracar a otra asilada ricachona para robarle sus diamantes; y la mejor ocasión es el baile de disfraces de Navidad.

Para que os hagáis una idea de cómo es el tal baile, me he atrevido con ese fragmentito (a mi aire, como siempre), que no tiene desperdicio.
Antifaces de El Zorro para tapar las pústulas. Zapatitos de Cenicienta para patizambas. Confeti sobre los cráneos pelados. Algodón dulce entre los dientes postizos. Serpentinas enrolladas en las muletas. Caviar para el herpes. Champán en los orinales. Prótesis contra prótesis, ¡chinchín!
Jonquet no se inventa casi nada, pues trabajó en el geriátrico Dupuytren de Draveil como ergoterapeuta y ya veis que no se muestra nada piadoso ni compasivo y lo que más le ayuda a describir lo que vivió es el humor negro, pero que muy negro y muy sombrío, bien dosificado y hábilmente mezclado con la angustia, la crítica social y política y una pizquita de ternura y de pudor.

Me hace mucha gracia cuando habla de Las Mariposas Azules, un grupo de pijos meapilas que organiza actividades para los ancianitos, porque me recuerda a La vida es un largo río tranquilo y su burla descacharrante de la ñoñada católica. Vale, venga, como es Navidad, os pongo un fragmentito de la peli. ¡A disfrutar!

jueves, 23 de diciembre de 2010

Evolución bloguera


¿Y tú? ¿En qué estadio evolutivo estás?

Lo he sacado de http://www.flowtown.com/

Sirva esta chorradica de felicitación a mis amiguitas y amiguetes blogueros.
Y, como decía Michael Jackson, I love you all.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Balada descosida de trompeta

Balada triste de trompeta. Dirección y guión: Álex de la Iglesia. Interpretación: Carlos Areces (Javier), Carolina Bang (Natalia), Antonio de la Torre (Sergio), Manuel Tallafé (Ramiro), Fernando Guillén Cuervo (capitán miliciano), Enrique Villén (Andrés), Santiago Segura (padre del payaso triste), Sancho Gracia (coronel Salcedo), Juan Luis Galiardo (Ring Master), Manuel Tejada (jefe de pista), Gracia Olayo (Sonsoles). Producción: Gerado Herrero y Mariela Besuievsky. Música: Roque Baños. Fotografía: Kiko de la Rica. Montaje: Alejandro Lázaro. Diseño de producción: Eduardo Hidalgo. Vestuario: Paco Delgado.


Explicaré la película en seis puntos:

1.- Los títulos de crédito. Con los iniciales ya me tenía atrapada Álex de la Iglesia. Bueno, es que a mí se me atrapa fácil: me mezclas unas secuencias de "Los payasos de la tele" con fotos de presos etarras y ya me tienes rendida. Extravagancias aparte, los títulos son un perfecto resumen de mi vida político-televisiva anterior a los quince años.
Y en los títulos finales sale "La casa del reloj". No hace falta decir más.

2.- El homenaje a Spielberg. Nada más empezar la peli, el enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre tropas republicanas y nacionales nos trae sin remedio a la cabeza el desembarco de Normandía de "Salvar al soldado Ryan", con combatiente desmembrado y todo, para que no falte ná.

3.- El homenaje a la tele. Aparte del de los títulos de crédito, el televisor está encendido en muchas escenas de Balada triste y lo que narra corre paralelo a lo que narra el propio film, cuando no acelera la acción. Además, qué montones de actores ha sacado De la Iglesia de la tele. Empezando por Luis Varela, que ya brilló en Crimen ferpecto, y siguiendo con el gran Fofito, Juana Cordero y otros sacados de Vaya semanita o El comisario.

4.- El payaso tonto. Y, además de tonto, violento, chularras, tiránico, desequilibrado y un perfecto cabrón. Lo más terrorífico que he visto últimamente en el cine. Vedlo en la foto y dadme la razón. Es la mejor interpretación de la peli, con diferencia, a cargo de Antonio de la Torre, que tiene también las mejores líneas de diálogo.

5.- El guion sin tilde y descosido. A partir de cierto punto, el guion se descose, se dispersa, se desperdiga y se desparrama, lo cual es una pena, porque un poquito de contención habría mejorado la historia, que ya tiene suficiente delirio. Mira, en El día de la bestia esa contención, ese encauzamiento del que hablo, se consigue.

6.- El homenaje a sí mismo. Acabar en las alturas, como en El día de la bestia y La comunidad, es un homenaje que se hace De la Iglesia a sí mismo, porque él lo vale, y a mí me parece bien. También he creído ver que el tutú ensangrentado de Carolina Bang homenajeaba al vestido de novia hecho jirones de Frédérique Feder en Acción mutante.

martes, 14 de diciembre de 2010

Caos de lecturas

Mil libros me llevé para leer a La Gomera; todos los he empezado y ninguno acabado.

Me llevé por ejemplo, Los viejos papeles, de David G.Panadero, que es su primera novela y, entre muchas otras virtudes que ya os iré contando (un adelanto: la contraportada dice que es la combinación definitiva de Dino Buzzati y Sergio Leone), tiene un tamaño muy adecuado para leer en el transporte público, sea éste metro, avión o ferry interinsular.
Me llevé Le Bal des débris, la segunda novela de Thierry Jonquet, de 1984, que compré en Toulouse cuando estuve allí en octubre. ¿Cómo os la resumo? Humor negro, crímenes chapuceros y crueldad en las instituciones públicas.

Me llevé Eskarmentuaren paperak, de Anjel Lertxundi, que me recomendó Silvia Muriel. Este libro recibió en octubre pasado el Premio Nacional de Ensayo de 2010. La versión en castellano se titula Vida y otras dudas. Es uno de esos libros que te pones a subrayar y no paras. Tiene reflexiones muy jugosas sobre la lengua; sobre la lengua vasca en particular y sobre las lenguas en general. Me dará mucho de que hablar.

Resulta que, antes de marchar para La Gomera, con la gaita del premio Nobel, me entraron ganas de releer a Vargas Llosa. Resulta que, aunque ya hace unos meses que me mudé (en septiembre fue, cómo pasa el tiempo), todavía no he ordenado mis libros (soy una vaga, lo sé), me puse a rebuscar en los montones, encontré La fiesta del chivo, lo empecé y empezado me lo encontré a mi regreso.
Y, por si fuera poca ensalada, cuando estuve en La Gomera, tuve que pasar por el cuartelillo de la Guardia Civil, por un asunto nada grave, y, claro, no tuve más remedio que acordarme de La niebla y la doncella, la novela de Lorenzo Silva con los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro que investigan un asesinato precisamente en La Gomera. Así que, en cuento regresé a casa, volví a rebuscar entre los libros desordenados hasta que lo encontré y he empezado a leerlo otra vez, más que nada por la curiosidad de ver hasta qué punto la novela se ajusta a la realidad geográfica, cuestión que no tiene ningún interés literario y que sólo sirve para mi divertimento. De entrada, ya os digo que Silva cambia de sitio el cuartelillo de la capital. Seguiremos informando.
O sea, que un lío y un cacao de lecturas. A ver por dónde salgo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Últimas o penúltimas fotos gomeras

Como ya os he contado alguna vez, de mayor (espero que no de muy mayor) quiero residir aquí, contagiarme de la pachorra isleña y vivir en paz, sin demasiadas cosas que hacer, con tiempo para detenerme a mirar las nubes, los árboles, las olas, las cumbres, las plataneras...

Entre tanto, me despido desde esta oficina improvisada en la terraza, la mejor oficina del mundo, con la extraña sensación de que, por primera vez en mi vida, tengo ganas de ser mayor.

El valle de Hermigua, mi pueblo.


La parte baja del valle, junto a la playa, que se ve desde mi terraza.


Y acabamos la excursión en la capital, en la villa de San Sebastián de La Gomera. 
Ésta es una de sus playas.
 
 Y ésta es la villa vista desde la cumbre. Adiós.


martes, 7 de diciembre de 2010

Más fotos gomeras

Uy, cuántas nubes. No se ve el Teide ni Tenerife. Voy a desayunar, a ver si sale luego.

¡Mira, mira! Ya asoma la puntita.

Pues se ha vuelto a tapar. Me bajo a la playa a dar un paseo. Hasta otro rato.


miércoles, 1 de diciembre de 2010

Huyo en otoño

Deja la crisálida,
que ha llegado el otoño.
Un largo beso solar enrojece los estanques.
Un arcoiris flexible retiene la tormenta.
Bajo su bóveda funde
la claridad de una vidriera.
La bruma vagabundea entre las reses.
El sol es redondo como la luna en los márgenes del espacio.
Es hora de sacar el alma de su sombra espesa,
de que el viento acune en las ramas
un sueño de aventura.
Mi alma se siente extranjera en mi carne y,
sin embargo,
dócilmente,
mientras las puertas de vidrio reflejen
cálices rosas,
se volverá a cubrir con su máscara,
se vestirá,
humilde sirvienta,
con un delantal rudo.
Y recorrerá amargas estancias
reteniendo en sus manos
el sollozo de las quimeras.
Llevo un vestido de oro
hecho con hojas resecas.


Cécile Sauvage: Fuite d'automme
La traducción y la adaptación son mías.

Todo esto es para deciros que me voy unos días a La Gomera. Hasta prontito.