viernes, 29 de enero de 2010

Un tipo serio

Me da a mí que, sin ser judío, no capta uno todo lo que tiene que captar en esta película, así que, como mis conocimientos sobre el judaísmo se reducen a las películas de Woody Allen y a los episodios de Sexo en Nueva York en los que Charlotte deja de ser católica para poder casarse con Harry Goldenblatt, me temo que se me habrán escapado referencias importantes y quizás imprescindibles.

Así y todo, me ha entusiasmado el prólogo y más todavía el final de esta peli. Siempre he pensado que, si yo hiciera cine, pondría finales así: fríos, limpios, sobrios, demoledores, tajantes. Que la gente se fuera hecha polvo a casa, vamos. Aunque no es eso lo que sucede con este tipo serio, no, porque, como no somos judíos, el pobre Larry Gopnik, el protagonista, nos queda lejos y su suerte como que no nos afecta.

¿Y quién es este Larry Gopnik? Pues un insípido e irreprochable padre de familia, judío hasta las gafas, a quien la vida se le ennegrece por todos los frentes imaginables. ¿Lo tratan por ello los hermanos Coen con un poquito de compasión? No. Se ensañan con él, le disparan con todo su humor negro, ácido y corrosivo, con su cinismo simpático, con su nihilismo descacharrante, lo asfixian con versículos cantados de la Torá y guitarreos de Jefferson Airplane, se pitorrean hasta el sarcasmo de sus creencias, ritos, costumbres y de todo lo que le merece respeto, rabinos esperpénticos incluidos. Y al final le zumban una puntilla pesadillesca y genial.

¿Qué más? Pues que todo eso lo hacen los angelitos Coen con su reconocible y agradecible mano visual, pero sin su star system de casi siempre. ¿Alguien lo echa en falta?



Un tipo serio (A serious man, EEUU, Francia y Reino Unido, 2009). Dirección: Joel y Ethan CoenInterpretación: Michael Stuhlbarg (Larry Gopnik), Richard Kind (tío Arthur), Fred Melamed (Sy Ableman), Sari Lennick (Judith Gopnik), Adam Ar (el abogado), Peter Breitmayer (Sr. Brandt), Jessica McManus (Sarah Gopnik), Aaron Wolff (Danny Gopnik). Música:  Carter Burwell

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martes, 26 de enero de 2010

La isla

 
Hierro (España, 2009). Dirección: Gabe Ibáñez.  Interpretación: Elena Anaya (María), Bea Segura (Laura), Andrés Herrera (Antonio), Mar Sodupe (Tania), Miriam Correa (Julia), Kaiet Rodríguez (Diego). Guión: Javier Gullón. Producción: Álvaro Augustin y Jesús de la Vega. Música: Zacarías M. de la Riva. Fotografía: Alex Martínez.  Dirección artística: Patrick Salvador. Vestuario: Patricia Martínez. 

Tres cositas diré de esta peli: lo malo, lo bueno y un aviso importante.

Lo malo. Lo previsible del guión y el empeño por explicarnos lo obvio como si fuéramos tontos; el relato repetitivo, las escenas que se suceden idénticas unas a otras, los insuficientes ingredientes narrativos; la excesiva secuencia subacuática, con madre e hijo que se rozan los deditos mientras canta un coro como de ángeles ¡Aaaaaa!


Lo bueno. Elena Anaya, que se roba todos los planos, y bien robados; su técnica sólida; la puesta en escena impecable (no parece una película española, me decía un amiguete); la secuencia de madre e hijo en la bañera: simple y muy expresiva; el clima desasosegante de los escenarios, los pájaros de mentirijillas, mi islita bonita con sus playas rojas y sus piedras negras.


Un aviso importante. Aunque sólo se la nombra en el título y en algún topónimo suelto, "la isla" de la peli es El Hierro y ya sé que ustedes saben que el cine es todo mentira, pero, por si acaso, me urge decir que, además de paisajes soberbios, que ya se ven en el filme, allí hay hoteles estupendos y gentes acogedoras y nada patibularias. ¡Ah! Y en toda la isla no hay ni un camping de caravanas. 


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sábado, 23 de enero de 2010

Historia de dos ciudades

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.

Charles Dickens

Sírvame ese comienzo, que siempre me ha gustado mucho, para hablar de dos ciudades que también me gustan, París y Bilbao, unidas por una inundación.


Bilbao se inundó el 26 de agosto de 1983. Llevaba días lloviendo, pero aquella tarde cayó una tromba que coincidió con la marea alta y la ría se desbordó. Murieron más de treinta personas. Al día siguiente, por la ría, cerca de la desembocadura, bajaban sofás y televisores.

En 2008 se cumplieron 25 años de estas inundaciones y el aniversario se conmemoró con varios actos; entre ellos, una exposición en el Mercado del Ensanche.


París se inundó en enero de 1910, hace exactamente un siglo. Para conmemorarlo, el ayuntamiento de la villa ha organizado una exposición magnífica en la galería de las bibliotecas municipales (http://www.paris.fr/). Estará visible hasta finales de marzo.

Las inundaciones de París fueron, si no la primera, sí una de las primeras catástrofes mediáticas de la historia. Se difundieron por fotografía, prensa, cine y otro medio encantador por ya desusado: las tarjetas postales. Impulsaron un movimiento de solidaridad sin precedentes: en muchos ayuntamientos franceses recogieron fondos de ayuda y tres asociaciones de mujeres de la alta sociedad fueron especialmente activas en la asistencia.

Los políticos frecuentaban tanto los lugares arrasados como los periódicos. Había elecciones a la vista, en mayo de aquel mismo año, y los más protagonistas fueron reelegidos. Incluso el arzobispo de París saltó a la palestra para identificar la inundación con un castigo divino y pedir el voto para los partidos católicos.

París, convertido en Venecia, se llenó de periodistas y fotógrafos franceses, ingleses y americanos, tanto profesionales como aficionados. Y en esto también me recuerda a Bilbao: desde 1983, cada vez que la ría tiene una crecida un poco fuerte, los puentes se abarrotan de gentes con todo tipo de cámaras.

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miércoles, 20 de enero de 2010

Otro Holmes es posible


Pues sí, porque Holmes, el Holmes literario de Conan Doyle, da para mucho, y éste que nos ha puesto en la pantalla Guy Ritchie dista bastante del Holmes cinematográfico al que estábamos acostumbrados.

Primero, por los protagonistas. Ya era hora de que viéramos a Holmes y Watson requeteguapos. Como, al parecer, no podemos evitar que todas las protagonistas de todo, hasta de los telediarios, sean despampanantes, como las feas han desaparecido de las pantallas sugiriendo quizás que deberían desaparecer de la faz de la tierra, algo igualamos con Robert Downey Jr. y Jude Law, estos hombretones vistosos que, así y todo, no son yogurines como su parternaire Rachel McAdams, sino unos veinte años más viejos, calculo.

Segundo, porque el guión, que rebota varias veces, nos muestra cosas de Holmes que hasta ahora no habíamos visto en el cine, como su afición y destreza en la lucha (demasiada pelea para mi gusto de escasa testosterona, demasiada payasada innecesaria lo del gigantón franchute), o como esa pareja cómica que forman Holmes y Watson, más House y Wilson que nunca, que parecen esos jubilados que llevan décadas y décadas juntos y han creado ya su folclore particular. También es este de la peli un Holmes desarrapado, misántropo (aunque de misoginia tambaleante), canalla y un poco hikikomori; para nada el gentleman de otras veces.

¿Sabéis qué es lo que más me ha gustado de la peli, además de los ojitos negros del señor Downey Jr.? Pues la otra negrura, la de los cielos de Londres y las aguas del Támesis, las industrias encarbonadas, las grúas de las orillas, la Bridge Tower a medio hacer, tan parecido todo a mi rutina, yo que me las tengo que ver todos los días con las obras de la Supersur.

La ambientación, el vestuario incluso, los decorados magníficos nos dicen que estamos ante un tebeo, una de acción y aventuras.  Y le ha debido de coger Ritchie el gustillo al cómic, pues anuncia que su próxima película será Lobo, otra de Warner Bros., que va poniendo en la pantalla los personajes de DC Comics.

Sherlock Holmes (EEUU, 2009)
Dirección: Guy Ritchie
Interpretación: Robert Downey Jr. (Sherlock Holmes), Jude Law (Dr. John Watson), Rachel McAdams (Irene Adler), Mark Strong (lord Blackwood).
Guión: Michael Robert Johnson, Anthony Peckham y Simon Kinberg; basado en los personajes creados por Arthur Conan Doyle
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Philippe Rousselot.
Vestuario: Jenny Beavan.

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domingo, 17 de enero de 2010

Grazia Deledda: "Cósima"

Hace ya algunos añitos anduve un verano por la isla de Cerdeña y conocí a una de sus hijas más ilustres: la escritora Grazia Deledda (1871-1936), que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1926.
Grazia Deledda nació en la ciudad de Nuoro, en el interior de la isla, entre montañas. Aunque era de familia acomodada, sólo fue a la escuela hasta los diez años, pues eso hacían allí las chicas. Con catorce años vio por primera vez el mar y eso porque subió a un monte cercano a su pueblo. Poco después empezó a estudiar italiano, pues en su casa y en todo su entorno se hablaba sardo, y no salió de Nuoro hasta que tuvo veintiocho años, cuando ya había publicado numerosos relatos y más de una novela.

Esa es precisamente la parte de su vida que cuenta, en tercera persona y transmutada en el personaje de Cósima, en esta novela que acabo de releer. Cósima se publicó póstumamente con el título de Cósima, casi Grazia. Curiosamente Cosima (así, sin tilde, en italiano) era su tercer nombre, porque Deledda, aristocrática ella, se llamaba Grazia Maria Cosima Damiana.

El relato comienza cuando nace la más pequeña de sus hermanas y acaba cuando deja Nuoro para instalarse en la capital de la isla, en Cagliari. Se detiene a describir el contraste entre las dos ciudades: Nuoro es interior, cerrada, fría, montañosa y áspera; Cagliari es marítima, portuaria, abierta, suave y africana. Y recuerdo que a mi Cagliari también me dejó la misma impresión de no estar en Europa, sino unos cientos de kilómetros más al sur.

Las primeras páginas de la novela las ocupa la descripción de la casa familiar, que hoy sigue en pie; yo la vi, allá en Nuoro, en una calle del centro histórico que hoy se llama, claro, Grazia Deledda. La casa es hoy su museo. Me fui de Nuoro con la pena de no haber podido visitarlo, pues estaba cerrado por obras y se anunciaba su reapertura para las cercanas fiestas del Redentore.

Os voy a contar, para terminar, qué es lo que me cautiva de Deledda: cómo describe su infancia de niña espabilada y sensible. La impresión que le producían los relatos orales de los criados, de su abuelita, que parecía un hada; las leyendas de forajidos tan típicas sardas. Cómo adivinaba la belleza en una simple sopera de decoración delicada. Cómo se debatía entre la realidad, a veces trágica (vio morir a dos hermanas y echarse a perder a dos hermanos), y el anhelo de ese algo más que seguramente estaba tras las montañas de Nuoro, hacia el mar.

Ella lo cuenta así:
El misterio de la fábula, aquel silencio final, grave, de cosas verdaderamente grandiosas y terribles, el mito de una justicia sobrenatural, la eterna historia del error, del castigo y del dolor humano, le hacían experimentar una profunda emoción, una sensación casi física.
Un relámpago en las venas, dice en otro fragmento. Como los grandes, como los clásicos, al escribir su infancia escribe la de todos.

Grazia Deledda: Cósima (Nórdica Libros, 2007)
Presentación, traducción y notas de María Teresa Navarro Salazar

PD. Se pueden leer las obras de Deledda en versión original, en italiano, en Liberliber.

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jueves, 14 de enero de 2010

Diversión y rebelión


Siempre voy a gusto al cine a ver algo de Michael Moore. Y a la tele también, donde recuerdo haber visto Operación Canadá y haberme reído, además.

No es que me crea todas sus trampitas; sin ser un lince de cinefilia ya le pillo algún truco y artimaña vergonzante, pero, con todo, me cae bien este gordito renegón. Y me cae mucho mejor cuando se pone ganso y titiritero, que cuando le da por el melodrama y la sensiblería. Michael querido, alguien tiene que decírtelo: los primeros planos de rostros lagrimeantes nos dejan indiferentes a los habituales de El diario de Patricia.

En Capitalismo: una historia de amor viene Moore a decirnos algo que ya aprendimos en Robocop: que el mundo está en manos de las corporaciones; que cualquier imperio industrial, energético o financiero tiene más poder que varias democracias juntas; que el dinero nos truena a todos y que sólo si nos zafamos de su tiranía seremos verdaderamente libres. Bueno, esto último ya no sé si llega a decirlo Moore, pero no es una disparatada consecuencia.

Supongo que la esperanza está en el título, diversión y rebelión, que es lo que dice Moore que quiere provocar en el espectador con su peli, según leo en la hojita de información que me han dado en los cines Renoir. Por cierto, también regalan, con la entrada, el DVD de Farenheit 9/11.

No quiero acabar esta notita sin enviaros a la web de Moore: http://www.michaelmoore.com/. Resulta que en Capitalismo sale bastante bien parado el presidente Obama; pero, a juzgar por la carta abierta que le dirige en su web, creo que esta love story también ha acabado. Y es que lo de Afganistán... En fin.

Bueno, nada más. Si queréis una reseña que hable de verdad de capitalismo y de empresas, leed la de Julen, a quien le he cogido la primera foto. Thanks.


Capitalismo: una historia de amor
Capitalism: A love story, USA, 2009
Dirección y guión: Michael Moore.
Documental, drama.
Producción: Michael Moore y Anne Moore.
Música: Jeff Gibbs.

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lunes, 11 de enero de 2010

Violencia, realidad y ficción


Pues ya me he leído Nuestra propia sangre, de Mariano Sánchez Soler, que me llegó a las manos (gracias again) en octubre, como os conté. Lo cierto es que en pocas novelas, incluso en pocas novelas criminales, aparecen casos de violencia familiar como éste.

Servidora de ustedes tiene leídos, en cambio, kilos y kilos de papel impreso sobre violencia contra las mujeres y está en condiciones de decir que los maltratadores domésticos de verdad, los de carne y pelo en pecho, los que viven en nuestro bloque y nos cruzamos todos los días en las aceras, no son como este Ramón Sendra de la novela.

Ramón Sendra es malo las veinticuatro horas del día, todos días del año y con todo quisqui; no da respiro; y así no son los maltratadores en la realidad, porque, si así fuera, sería más fácil repudiarlos y abandonarlos. Pero no, los maltratadores de verdad, los buenos, suelen concentrar su violencia hacia una sola víctima, y con la misma mano que golpean, acarician, y con la misma boca que insultan, besan.

Pero, claro, Ramón Sendra es un personaje, un monstruo, un ogro, una joyita de hombre: pendenciero, alcohólico, chanchullero, militante de Fuerza Nueva... Es un producto literario y no está obligado a parecerse estrictamente a la realidad.

Ahora bien, resulta que las mujeres maltratadas reales sí se parecen a esta Soledad Campos de la novela, pues casi todas escapan del estereotipo sensacionalista. No son unas pobres corderillas, mudas, resignadas.... En eso quieren convertirlas sus verdugos, y a veces lo consiguen, pero, en su mayoría, las mujeres, como esta Soledad ficticia, plantan cara, pelean, traman, arañan, calculan su venganza y guerrean con sus armas.

Pero no por ello dejan de ser víctimas.

Nuestra propia sangre 
Mariano Sánchez Soler
XII Premio Francisco García Pavón de Narrativa
Rey Lear Editores, 2009

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martes, 5 de enero de 2010

Urtain: de tal palo


Para acabar de deprimirme en Navidad, arrastrada por el clasicismo del boxeo como metáfora y el patetismo de los derrumbes humanos (no importa que nos hayan contado una y mil veces la misma historia; siempre desgarra un poco), fui a ver Urtain y me reconcilié con el teatro. Fue un feliz reencuentro tras meses y meses sin contacto: en mi ciudad se programa poco, de lo que se programa todavía menos me interesa y lo que veo difícilmente me complace.

No fue así con Urtain, la penosa historia de José Manuel Ibar. Me sorprendió su inmenso protagonista, Roberto Álamo, a la altura de cualquier Jake La Motta, que respira y habla como tres personajes: Urtain héroe mediático, Urtain en horas abisales y Urtain padre, José Ibar. Me sorprendió también encontrarme en un proepílogo o epiprólogo con la historia de la espeluznante muerte de este último, que servidora ya conocía gracias a Hamaseigarrenean, aidanez, la estupendísima novela de Anjel Lertxundi que lamentablemente está sin traducir. Es una novela que tiene mucho de policiaco y siempre se compara con Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, pues desde el principio nos dice que alguien la palma y de mala manera, con la peculiaridad de que el punto de vista predominante es el de Martzelina, la esposa del protagonista, con todo su halo de soledad, silencio secular y ruralismo nada arcádico.
A partir de la novela, el propio Lertxundi escribió un guión y dirigió un mediometraje con el mismo título.
¿Veis? Ya me he ido a la novela y al cine. Pero regreso a la pieza teatral para decir que, en mi humildísima opinión de treatrera rara, le sobra la tan manida operación nostalgia y la dosis exagerada de caricatura y esperpento: en absoluto lo necesita; la historia ya es suficientemente grotesca de por sí. Y, si no me creéis, echad un vistazo a este fragmento del documental Urtain, el rey de la selva o así (1969), dirigido por Manuel Summers.


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sábado, 2 de enero de 2010

Libros, bragas y brecha digital


Hubo un tiempo (no entraré en detalles) en el que no todas llevaban bragas.
Hubo otro tiempo más largo en el que no todos leían libros, más que nada porque no sabían leer.
Felizmente, tanto bragas como libros se democratizaron y al menos en este primer mundito nuestro las bragas son asequibles y en cualquier biblioteca pública de barrio hay más libros de los que nadie podría leer en su vida entera.
Así, por el camino de la democracia, los libros se vulgarizaron, llegaron a feminizarse y quedaron a la altura de las bragas. A las estadísticas sobre lectura me remito: campean las mujeres; leer es tan vulgar que hay hombres que presumen de no hacerlo: No tengo tiempo; la que lee es mi mujer.
Pero he aquí que llegaron las nuevas tecnologías y volvió a abrirse la brecha, la digital y de género otra vez, el mismo hachazo vertical y sangrante. A las estadísticas de nuevo me remito: hay muchas más analfabetas que analfabetos digitales (como en este primer mundo había más analfabetas a secas y todavía las hay en el tercero), el cibermundo es un mundo macho no tanto en cifras y participación como en visibilidad, en protagonismo, en prestigio (konforme, Ainhoa).
Todo esto lo escribo para jubilar la foto de la cabecera y para saludar a quienes compartieron conmigo la tarde del pasado sábado en el Friend BookCrossing, que une libros, tecnología y pocas bragas.
A modo, pues, de saludo, le copio a Mikel (milesker) la lista de asistentes, le enlazo las fotos, enlazo también más fotitos de Mak y deseo a todo el mundo un feliz año nuevo, con la esperanza de que muy pronto, por la compra de tres bragas, nos regalen un lector de ebook.

Asistentes: MacGoyo del Sol @makgregory, Mikel Agirregabiria @agirregabiria, Carmen de la Sen, Noemí Pastor @noemipastor, Julen Iturbe @juleniturbe, Álvaro Bohórquez @blogdebori, Ibon Basterretxea @ibonb, Iñigo Merino @tehen, Venan Llona @vllona, José A. del Moral @jamoral, la familia completa @Kanifberuna, @ainhoaeus y @Ibax, Iker Merodio @ikermerodio, Iaski @arabarra,...


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