A Matt Scudder le han hecho un encargo atractivo: un periodista deportivo de televisión se casa con una millonaria y ésta muere poco después a manos de unos atracadores. El hermano de la muerta no se cree la versión oficial y contrata a Scudder para que demuestre lo que sospecha: que el crimen fue instigado por su odiado cuñadito, que se va a embolsar más de un millón de dólares para consuelo de su viudez.
Scudder, que ya ha dejado la bebida, parece haber olvidado a Estrellita, la niña a la que mató accidentalmente, y se descuelga a veces por los locales de Alcohólicos Anónimos, se pone a husmear, pero, entre tanto, llega a sus manos, casi por azar, una cinta de vídeo con una película snuff en la que un tío vestido de cuero y una rubia torturan hasta la muerte a un chiquillo. Lo terrible es que Scudder cree haber visto a ambos, el del cuero y la rubia, en un combate de boxeo.
¿A que ya os habéis enganchado a la historia? No falla. Así sucede siempre con Lawrence Block y con Scudder. La primera persona del relato, la voz directa del propio Matt, te arrastra con él de garito en garito, de antro en antro de la Nueva York negra y pendenciera y te deleita con diálogos jugosos como estos:
Creo que hay una ley de la naturaleza según la cual en las comisarías de policía el café tiene que saber a mierda.
(...)
¿Por qué crees que los médicos van siempre por ahí matando a sus mujeres?
(...)
Soy alcohólico. La mayoría del tiempo no sé ni cómo me siento.
(...)
Hemos ido a comulgar con sangre en las manos. Todavía tengo la ropa húmeda de la sangre de este bastardo. Y lo tuyo es peor: ni siquiera eres católico.
(...)
La mitad del tiempo, en este mundo, no hay ética; y la otra mitad, tampoco.
Lawrence Block: Un baile en el matadero
(A Dance in the Slaughterhouse, 1991)
La Factoría de Ideas
Traducción de Elena González
Technorati tags Lawrence Block
18 comentarios:
Enganchadísima antes de leerla. Gracias por la recomendación!
No conocía a este autor.
No dejes de leer, del mismo autor, Ocho millones de maneras de morir
Ya mismo tomo esta grata recomendación que nos regalas. Saludos!
A priori parece un poco tópica, ¿no? Yo es que cuando veo a un detective alcohólico traumatizado por hechos del pasado se me corta el rollo...
No sé si empalagará tanto pijerío y tanto glamour.
¿No hay algo más fuerte por ahí?
si entras a mi blog y miras los links verás que en dos blogs distintos y continuados se repite la palabra matadero...
un sudor frío recorre mi espalda.
KWEILAN, no arriesgo nada recomendando a un clásico.
PEKE, enhorabuena, tienes mucho que disfrutar. Block es uno de mis favoritos.
BOSQUE, ya la leí hace muchos años en la colección de Júcar. Y luego la volvía a leer, sin darme cuenta de que ya la había leído. Sólo me di cuenta al llegar a la escena final, que es tremenda y que no voy a destripar aquí. Ahora me he comprado la edición que ha salido nueva. Y vi un trocito de la peli en la tele. Saludos.
BUDOKAN, lo mismo digo. Block no falla nunca. Más saludos para ti.
ESCALONES, no te confundas: Scudder no es un detective alcohólico traumatizado: es EL detective alcohólico traumatizado; el padre de todos los detectives alcohólicos traumatizados. Besos.
FER, es que yo voy al morbazo, pero no es para tanto. Claro que hay cosas más fuertes. Pero que sepas que a mi no me gusta la carnaza, la charcutería ni el gore. Besos.
DANTE, amore, qué casualidad. En esta novela es matadero es muy accesorio. Recuerdo ahora L'abattoir de Zola y recuerdo los mataderos de animales que conocí en mi infancia. Eso sí que era gore y lo demás son bobadas.
Os beso, gente.
Una de las mejores novelas negras que he leído, de las diez mejores, vamos.
Ah, bueno, entonces la cosa cambia. Me lo apunto.
Besos.
Pardiez, snuffs y todo... ¿es el mismo al que encarnara Jeff Bridges?
FRANCISCO, yo no me atrevo a hacer semejantes clasificaciones, pero Block es unop de los grandes, sin duda.
ESCALONES, ya digo que es un clásico. Además, tú ya habías leído algo de Block, lo recuerdo. Más besos.
MOEBIUS, sí, señor, aunque Bridges vivía en Los Ángeles y a mí me cuesta ver a Scuder fuera de Nueva York.
No te olvides que la falsa conciencia rural es una elevada taza que marca el inicio de las situaciones de desenfado (te estimo, vente a mi parapente) e incontinencia anárquica, por suponer la tosca distancia de la subjetividad en pos de la masacre que propone el objeto social. Y de los lentes o gafas.
Julian, amén.
Recién acabada de leer. Me ha gustado, aunque no me ha enganchado para tanto.
PD No me acordaba quién me había recomendado el libro ;-)
No dejes a Block, Iñaki: es uno de los grandes.
Admito que el final me ha dejado un poco descolocado. Así y todo me ha tenido tan atrapado como un yonqui a la metanfetamina.
Hola, PABLO. Los finales descolocantes son mis favoritos. A Block se le pueden poner pegas, claro que sí, como a cualquiera, faltaría más, pero el conjunto siempre es brillante. Un saludo.
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