La expresión "crimen perfecto" nos hace pensar en esa literatura en la que el motor de la trama es la obsesión por librarse de alguien sin dejar rastro.
Como el buen sentido natural exige que el criminal no quede nunca impune (El criminal nunca gana se titulaba una serie radiofónica que escuchaba mi madre hace cincuenta años, tras el "parte" de las diez de la noche), el fundamento del género consiste en decirnos que el crimen perfecto no existe, que el criminal siempre deja algún rastro, que la ley siempre encuentra un hilo del que tirar hasta dar con él.
Y así sucede porque el investigador tiene memoria. Si el crimen perfecto existiera, aunque sólo fuera en la ficción, quedarían patentes la incompetencia y la amnesia de los investigadores y de los lectores.
Sin embargo, en las páginas de la historia, miramos para otro lado, queremos olvidar el horror, dar la espalda a la injusticia y abolir la memoria. La literatura moraliza cuanto trata del crimen perfecto. La historia, en cambio, nos muestra otra cosa: que los crímenes perfectos existen, y son muchos. Ahí está, por ejemplo, la enorme sábana de silencio con la que España cubre a las víctimas de la Guerra Civil o el trato que dispensamos a las de la violencia de nuestros días: no conviene despertar los odios, mejor no mirar hacia atrás y pasar página.
Así, con la excusa de no verter vinagre sobre las heridas, convertimos en perfecto el crimen más chapucero.
El crimen perfecto de la historia no lo cubre la habilidad del criminal para no dejar rastro, sino el malestar que nos produce el no ser capaces de mirar a los ojos a las víctimas. Y aplicamos la terapia del olvido a la pesada carga de la memoria.
Anjel Lertxundi: Eskarmentuaren paperak
La traducción y la adaptación son mías.
Esta obra también se ha publicado en castellano, con el título Vida y otras dudas.
16 comentarios:
Es un tema muy interesante. El crimen, siempre de rabiosa actualidad.
Pero creo que el crimen perfecto existe también en el cine o en la literatura. Antiguamente, la censura actuaba sin tregua pero creo que a día de hoy, eso ya no ocurre y son muchos los criminales de ficción los que se salen con la suya.
En la vida real, como comentas, el crimen perfecto existe. Hay muchos ciminales que no pagarán nunca por sus crímenes -quiero mencionar, además de los que tu nombras, los crímenes del nazismo-. Y otros criminales, a los que la justicia, a pesar de saber quiénes son, no saben desmostrar su culpabilidad ante la Ley.
Que un ladrón común pase años en la cárcel, y un asesino, no, es algo difícil de entender!!!
"El crimen perfecto de la historia no lo cubre la habilidad del criminal para no dejar rastro, sino el malestar que nos produce el no ser capaces de mirar a los ojos a las víctimas. Y aplicamos la terapia del olvido a la pesada carga de la memoria".
¡Qué duras resultan estas palabras, y cuánta verdad hay en ellas! De repente , acuden a mi memoria infinidad de casos, leídos a lo largo de los años en la prensa, y de los que , una vez pasado el furor mediático, nunca más se ha sabido de ellos. La literatura o el cine los recrea de forma magistral pero, los que han vivido crimenes en sus familias, deben continuar sin pegar ojo, todavía!
Después de leer el libro parece como si hiciéramos un examen de conciencia, no solo de la vida de Anjel sino de nuestra propia vida.
Me ha parecido un libro interesante de leer y me ha sorprendido la referencia constante a la muerte. Sobre todo en la parte final
Quizás será señal de que cada día que pasa nos queda uno menos ¿no?
Lo cuento en: http://ttiki.com/25006
MANDERLY, sí, Lertxundi simplifica las cosas para que veamos bien el contraste, que existe. Pero la conclusión es válida: los crímenes perfectos existen porque no ponemos empeño suficiente en resolverlos.
JO, así es, tal como dices. Sin pegar ojo y con la sensación desgarradora de que su persona querida no le importa nada a nadie.
JOSU, es un libro tan denso, en el buen sentido de la palabra, que a todo el mundo le dice algo y a mí en particular, mucho.
Cuando habla de la muerte lo hace con una serenidad y una lucidez insólitas, admirables y ejemplares.
Te leo.
El crimen perfecto existe en la obra de Patricia, aunque debería decir los crímenes perfectos, pues su protagonista, Ripley, se carga impunemente a varios.
PEKE, pues sí, Ripley es la leche.
si pues, así es.
David, de acuerdo. No vamos a discutir por eso :P
Quiero empezar por decir que ese Anjel con jota es un crimen en si mismo. Ni Bono (el consuegro de Raphael) podría perpetrarlo mejor.
Una vez dicho esto, creo que el señor Lertxundi tiene mas razón que un santo.
Un abrazo
Noe querida, se habrá dado cuenta de que no se puede entrar en Robinson en Ithaca: no sé muy bien por qué, pero blogger me lo ha cerrado, así que he tenido que reabrir con otra dirección (recomezando.blogspot.com) Sería tan amable de cambiarla en su lista de blogs? Se lo agradezco mucho. Un saludo
UNO, podría cascarme aquí un rollazo sobre fonética y ortografía vascas, pero casi que no. A poco que te guste la literatura, te gustará el librito este.
KAPLAN, hijo, qué miedo. Ya me dirás cómo lo solucionas, porque nos puede pasar a cualquiera. Ánimo y te visito en tu nueva casa. Bicos.
No sé. Me parece como si en la literatura (generalizando a tope) cuando se habla del crimen perfecto se entrase en el eterno juego sobre la lucha del bien contra el mal y sin embargo en cuanto abrimos un periódico sabemos no solo que los crímenes perfectos existen sino que en la realidad es jodido e inusual ver al “bien” alzarse victorioso alguna vez en esta lucha. Porque, ¿hay algún crimen más perfecto que una guerra?
Hola, Jabi, pues eso mismo viene a decir Lertxundi. Quizás sea que en literatura nos paramos a reflexioanr sobre el bien y el mal y en geopolítica no.
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