Antes de que hiele es lo último de
Mankell y Wallander que ha publicado
Tusquets en bolsillo (colección Maxi). La novela salió en Suecia en 2002 y en español, en la colección Andanzas, el año pasado, con traducción, un poco desconcertante, de
Carmen Montes Cano.
Antes de que hiele presenta una novedad interesante con respecto a las anteriores novelas de la serie: se incorpora a las investigaciones Linda Carolina Wallander, la hija de Kurt, que se hace policía y es aquí la verdadera investigadora, así que desde el inicio nos hace albergar la esperanza de dar con una personalidad más chispeante y menos roma que la de su papá.
Con todo, no nos libra Mankell de sus habituales recursos: un prólogo con un suceso acaecido años antes de la peripecia principal y un malo que ocupa el capítulo siguiente, acecha oculto entre las sombras y hace cosas tontas, crueles y teatrales como pegar fuego a unos cisnes y a un ternero. Y sigue también con su poco comentada afición por la truculencia, no sé si gratuita o barata, que aparece en toditas sus novelas, pero siempre como si fuera nueva: "En todos mis años de policía no he visto nada que se parezca a esto".
El relato gira, como digo, alrededor de Linda; el narrador se introduce en su cabeza y nos presenta a sus amiguitas, su mundo de jovenzuela recién llegada a la vida adulta y sus recuerdos de infancia y adolescencia. Es como si Mankell hubiera decidido deliberadamente acabar de feminizar del todo sus novelas, que siempre han tenido una cierta sensibilidad mujeril, rendido ante la evidencia de que la mayoría de sus lectores son lectoras.
Antes de que hiele tiene, por un lado, una acción principal y, por otro, adornos y salpicaduras dispersos. La acción principal es la desaparición de Anna, amiga de Linda. Los adornos y salpicaduras los traen, por un lado, las tormentosas relaciones entre Linda y Kurt y, por otro, personajes secundarios, bastante insustanciales y con anécdotas infladas de transcendencia, que va topando Linda en su investigación: unos cuantos hombres que abandonan a sus hijos y mujeres extravagantes que se ganan la vida de formas extrañas. Por ejemplo, una compone réquiems y transforma cancioncillas pop en sinfonías, otra escribe la historia de los senderos de Suecia y una tercera pertenece a la liga antielectrónica que escribe sin cesar cartas a mano (sic). Bueno, también hay hombres que fabrican sandalias y no olvidemos al abuelo Wallander, que pintaba siempre el mismo cuadro con y sin urogallo. Me pregunto si son invenciones noveleras o si en Suecia la gente de verdad vive así.
No me resisto a traeros aquí las palabras de un cerrajero cuyas llaves ganan concursos de belleza e imparte cursos de filosofía: El trabajo con una llave no puede interrumpirse bruscamente. Si se hace, se confiere al hierro una dosis de vacilación. Y la llave jamás será feliz en su cerradura. ¡Polamor de Dios! ¿Qué es esto?
Mankell no se resiste a la tentanción de meterse, además de en la cabeza de Linda, también en la de otros personajes, más o menos principales o secundarios, pero no es tan hábil como para dar con el discurso propio de cada uno, de manera que todos parecen el mismo. Se supone que son distintos puntos de vista, pero resultan iguales; a veces no sabe una qué monólogo interior está leyendo ni en la cabeza de quién está.
Tengo un poco de mala conciencia por no decir casi nada positivo de esta novela ni de su autor. No me acaba de gustar este tipo de despelleje: es demasiado fácil; al menos a mí se me da estupendamente. Pero me aligera un tanto la culpa el hecho de que Mankell venda muchísimo y en muchos países. Es como dar caña al poderoso. No sería lo mismo poner pingando, por ejemplo, la primera novelita de una chica joven que publica en una editorial humilde. ¿No creéis?
¡Ah! Y por si a alguien le interesa, que lo dudo, ya que a Linda Wallander se le plantea la duda (¿en sueco?), es tan correcto "antes que hiele" como "antes de que hiele". Así lo dice la RAE y lo que dice la RAE va a misa.
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