Merced a mi ignorancia, pasé un buen tiempo pensando que este libro se titulaba como he titulado yo este post, caníbalas, convencida de que su autor y titulador, el señor Jauffret, había optado por un femenino que, en realidad, no existe en francés, como tampoco existe en castellano. Y lo pensaba porque ese femenino conviene mucho al relato, tanto que, si tuviera que decidir un título en español, me decantaría por este, Caníbalas, que, además de llamativo, ahora incluso me suena bien.
Sea como sea, Cannibales se publicita como "una extraña novela de amor" y sí, puede presentarse así, pues habla del amor entre madres e hijos y el amor de pareja; pero el título ya nos da una pista: no esperéis amores convencionales.
Cannibales contiene los típicos excesos estilísticos que ya me resultan conocidos por otras obras que he disfrutado de Jauffret. Por mi parte, son bienvenidos.
El autor ha dado a su obra forma epistolar, subgénero muy francés y muy para asuntos galantes, como de Las amistades peligrosas. De hecho, la crítica francesa ha dicho que Cannibales está a medio camino entre Las amistades peligrosas y El silencio de los corderos. A estas dos añadiría yo, cómo no, Boquitas pintadas; y no solo por lo epistolar, sino también porque en buena parte del relato Jauffret juega con las identidades semifalsas de los remitentes de las epístolas.
A Las amistades peligrosas se parece Cannibales, por supuesto, en la estructura epistolar y, además, porque también construye un triángulo: dos mujeres y un hombre y cataratas de amor-odio chorreando por todos lados y en todas direcciones.
Relato sin diálogos, de estilo elevado y ritmo lento, su parte más dinámica es la mutación de la relación entre las dos mujeres, que empieza con rechazo e indignación y pasa a la confesión, a la complicidad y a la pasión. Sus intercambios, sus conversaciones escritas son cada vez más agresivas, delirantes y exaltadas.
De tono cruel, muestra unos retratos tan despiadados de los tres protagonistas, que me sería difícil decidir cuál de los tres me cae peor. Para mí se produce un empate perfecto, aunque las críticas que he leído dicen que quien sale peor parado es el hombre (llamado Geoffrey, que en francés se pronuncia de forma sospechosamente parecida a Jauffret) y hablan de misandria porque no han captado la sutil fiereza de los ataques a las mujeres o los críticos literarios, hombres en su mayoría, están tan acostumbrados a la misoginia que ni la aprecian ni la mencionan, como si fuera algo consustancial a la literatura.
Estos tres personajes pertenecen a tres generaciones diferentes que no que no lo son del todo. Está, primero, una madre shakesperiana de 85 años que reniega de sus propias criaturas y de la maternidad en general, de lo cual se vale Jauffret para ofrecernos unas reflexiones ciertamente obscenas pero no del todo desechables sobre el asunto.
Está luego un hijo de 50 y tantos, macho alfa, y finalmente, una ex novia del hijo, treinta años más joven que él. Esta última es una buena colección de los peores estereotipos que se adjudican a las jóvenes hoy en día: adicta a las compras (analógicas y virtuales) y enganchada al amor romántico y a toda la parafernalia de revista femenina que lo alimenta, incluida la elaboradísima publicidad de la gama de lujo de la alta costura francesa.
El mismo relato se hace antipático: no se llega a apreciar; repele. Si eso buscaba Jauffret, que seguro que sí, enhorabuena. Conmigo casi consigue que olvide "accidentalmente" la novela en el transporte público.
Es esta, pues, una novela feroz y absurda, carente de propósito, siquiera narrativo, me atrevería a decir. Con todo, fue una de las cuatro finalistas del premio Goncourt de 2016. No ganó.
------------------------
Otras entradas sobre Jauffret en Boquitas Pintadas:
Crimen real y crimen de ficción
Sévère
De nazismo y monstruos en Austria
La moral serpentea
Claustria
Cada vez menos minutos
Ebrias de objetos
Reparar una puesta de sol
Te quiero
Como quien suelta rehenes
La vida no cesa de imaginar
No hay comentarios:
Publicar un comentario