lunes, 10 de junio de 2013

De nazismo y monstruos en Austria



En la década de 1910 Hitler erraba por la ciudad de Viena. No era más que un pobre diablo con tres ideas negras en la cabeza que cincuenta años más tarde habrían quedado sepultadas para siempre en el anonimato.


La vida de Adolf Hitler habría sido igual a la de incontables iluminados que terminan sus días farfullando imbecilidades en un café, rodeados de otros tipos igual de seniles.


Habría tenido un entierro miserable en un nicho pagado a plazos, fruto de toda una existencia de privaciones, decorado con una esvástica invertida, para atraer la atención de los visitantes de ese gran cementerio en el que, tanto en verano como en invierno, se entierra a la gente apresuradamente para llegar cuanto antes al banquete funeral.


Pero Hitler abandonó Viena con veinticinco años. Dejó atrás la capital del antiguo Imperio Austrohúngaro, esas tierras empapadas de nostalgia en las que la crueldad se convirtió en un fantasma masoquista, en las que el heroísmo se consideraba un lujo de campesino demasiado degenerado como para preferir la gloria a la codicia. 


Alemania acogió a Hitler como a un perro sarnoso.



Régis Jauffret: Claustria, Éditions du Seuil 2012

La traducción y la adaptación son mías.

2 comentarios:

Uno dijo...

Acabo de volver de Viena y me ha dejado muy intrigado este fragmento. Voy a buscar este libro, gracias.
Un abrazo

Noemí Pastor dijo...

Hola, Uno. Siento defraudarte, pero la ciudad de Viena no tiene gran protagonismo en la novela. Ni siquiera transcurre toda la acción allí. También sale Salzburgo y Amstetten, donde el affaire Fritzl, pues es una fabulación sobre ese caso.
Todavía no he acabado de leerla, voy en la página sesenta y tantos, pero, como te podrás imaginar, no es uno de esos libros que te dejan indiferente.
Seguiremos informando.
Otro abrazo pa ti.