Decíamos ayer que la trama de Muerte en el "reality show" se prestaba a intercalar reflexiones sobre la televisión y sus fenómenos. Silva no lo dice, pero el "reality" de la novela se parece mucho al famoso Gran Hermano o Big Brother, según los países, y la repercusión social que alcanza el programa se parece mucho a la que alcanzó en Francia en su primera edición. Allá el fenómeno se "intelectualizó" bastante más que en otros sitios, de manera que a diario se podían leer interesantes artículos y reflexiones al respecto en Le Monde.
Ya que eran previsibles algunas palabritas sobre los sucesos televisivos de la última era, servidora esperaba un poco más de originalidad, un punto de vista más abierto, más personal, diferente, que es a lo que me tiene acostumbrada Silva. Sin embargo, ya en la línea 11 de la novela se refiere al programa en cuestión como "sumidero"; mis esperanzas comienzan a desvanecerse y siguen haciéndolo en la línea 20, cuando lo llama "engendro". En fin, que nada más empezar, ya pone el letrero de "mierda" a un producto televisivo del que, de momento, lo único que sabemos es que tiene un éxito arrollador. Sólo por eso ya es moralmente condenable.
No paran los insultos ahí: a los telespectadores del programa los llama "tarados". Así califica de un plumazo a millones de personas, por las buenas, sin más, con un desprecio por las masas que tiene muy poco de democrático. ¿Cómo es que tiene derecho al voto esta gente?, se me ocurre a mí. ¡Que se les niegue, por Dios! ¡Podrían votar a Ruiz Mateos o a Berlusconi!
Sin embargo, me reconcilio finalmente con Silva cuando deja bien parada a una concursante ex prostituta de mente clara y habla aun más diáfana y cuando culpa de los excesos televisivos a quien fuerza la máquina en busca del "más difícil todavía" y no calcula las consecuencias o piensa cínicamente que no tienen nada que ver con él.
Sin embargo, me reconcilio finalmente con Silva cuando deja bien parada a una concursante ex prostituta de mente clara y habla aun más diáfana y cuando culpa de los excesos televisivos a quien fuerza la máquina en busca del "más difícil todavía" y no calcula las consecuencias o piensa cínicamente que no tienen nada que ver con él.
8 comentarios:
Hola Noemí, tiempo sin visitarte, la verdad te felicito por esta reseña; no creo que tenga acceso al libro aquí en Venezuela, pero por lo que cuentas me parece un argumento bastante interesante que podría prestarse a un doble cuestionamiento, teniendo como referencia un punto que mencionas: ¿Si todos los espectadores son idiotas para qué se escriben esta clase de mutaciones literarias que intentan transcribir un ficticio reality show?
Creo que es interesante el concepto del libro, me gustaría tenerlo algún día y poderlo leer, ya el tiempo, si el destino quiere, lo traerá a mí.
Te felicito sobre todo por la reflexión final que haces; creo que llevas razón, la consecuencia a tu reflexión es tal vez triste, degradante, real.
Buena suerte y espero visitarte pronto (si el tiempo no apremia tanto como últimamente).
Cualquier cosa o persona, hasta la más excelsa, reflejada en los espejos del Callejón del Gato resulta ridícula y absurda. Quien se somete voluntariamente a esos focos y platós así lo parece. Libre albedrío.
Yo prefiero no ridiculizarme más que lo justo, y a ser posible en privado.
Muy lúcido post, Noe.
Lo leí en su día. Interesante y entretenido.Ttodo muy bien planteado, si señora.
Saludos desde el sur
A mí me fascinaban las reflexiones de Bueno cuando la primera edición del Gran Hermano, la cual, por supuesto, me tragué enterita.
En cuanto a la novela... Me da que no voy a buscarla, aunque, si me la encuentro...
Es una pena que Lorenzo Silva ande un poco encasquillado, cuando tiene un talento superior, el preciso para convertirse en el mejor autor de novela negra español. Pero el tiempo pasa y va dejando pasar la oportunidad.
¡Casi me convences! Está tan bien hilado el argumento y tan precisamente escogidas las palabras, que he estado a punto de darte la razón... ¡pero no!
Puede que las personas que acaban en un programa así hayan salido de la misma sociedad donde estamos los demás. Sin embargo, hay una diferencia fundamental: los demás no pasan por ese aro. Su hecho diferencial es que son tipos y tipas que va de casting en casting buscando vivir del mal gusto ajeno, cosa que muchos de ellos duelen conseguir durante un tiempo. Nos han vendido el derecho a ponerles a caldo y, por lo tanto, no hay que sentir remordimientos por hacerlo.
Es capitalismo puro: yo pago -siendo parte de la cuota de audiencia directa o indirecta y, en consecuencia, tengo derecho a disparar mis dianas sobre ellos, que cobran.
Como en el chiste de "susto" o "muerte", que hubieran elegido muerte...
Hola a todo el mundo. Yo también fui adicta a Bueno en su día. Tengo por aquí, por casa, su libro "Telebasura y democracia". Me lo tragué enterito durante una gripe (yo, cuando estoy enferma, leo muchísimo) y me pareció interesante. Quizás tenga que releerlo.
En este tipo de consursos hay dos géneros de participantes. Por un lado está la "carne de casting", gentes a las que no puedo condenar por querer vivir de lo que les gusta, trabajar poco y ganar mucho, porque eso mismo me gustaría hacer a mí. También son carne de despelleje popular, lo saben y no les importa: va en el contrato. Y no me parece mal que cobren por ser humillados: a mí me han humillado más de una vez en mi trabajo y no me han dado nada extra en compensación.
Y luego está la gente a la que la productora va a buscar a su casa y le pone ante los ojos un buen fajo de billetes. No seré yo quien tire la primera piedra tampoco contra éstos. La mayoría de quienes no pasan por el aro, no han recibido nunca ninguna oferta.
Publicar un comentario