viernes, 6 de enero de 2012

Limonov (2)

La vida propia y la ajena

Limonov tiene un poco de cada una de las últimas obras de Carrère, en las que va y viene de su vida a las ajenas: por un lado, se centra en un personaje en concreto, como hacía en El Adversario; por otro,
Limonov podría ser su segunda novela rusa, ya que la primera fue Una novela rusa, en la que dejaba las vidas ajenas y volvía a la suya propia, y de qué manera. Luego regresa a las vidas ajenas precisamente con De vidas ajenas y luego se centra de lleno en Limonov.
 Carrère y Limonov en una viñeta de Mathias
 para Paris Match

Carrère no se atreve a decir que Limonov es una novela. Aunque la materia prima da para una novela picaresca o una Bildungsroman, aunque parte de una vida totalmente novelesca, y novelesca al estilo del XIX, con el nombre del protagonista en el título, con altibajos, tensión dramática, situaciones rocambolescas y personajes increíbles, prefiere decir que ha escrito un relato, una non fiction novel, una docuficción, porque lo que cuenta no es inventado.

Como también decía en la contraportada de De vidas ajenas, todo es cierto, real, aunque tampoco se puede decir que Limonov sea una biografía. Carrère se ha basado en los textos autobiográficos de Limonov y los ha dado por verdaderos. No se ha molestado en comprobar si lo relatado es rigurosamente cierto, se ha fiado por completo de la palabra de su protagonista: “Decidí fiarme de sus libros, porque, por extraño que pueda parecer, Limonov es de fiar. Tendrá muchos defectos, pero no miente, no tiene ningún superego ni se avergüenza de nada”, ha declarado Carrère en una entrevista.

Por el contrario, ciertas opiniones aparecidas en la prensa francesa aseguran que Limonov es un mitómano que no se molesta en distinguir entre la verdad y la mentira y que en este libro subyace un colosal engaño, pero ¿de quién a quién? ¿Limonov engaña a Carrère? ¿Carrère engaña al lector? ¿Limonov nos engaña a todos?

No tengo manera de responder a esas preguntas, no sé si Limonov es un adicto a la realidad, por cruel que sea, o un mentiroso inconsciente. Lo que sí es, sobre todo, es un hilo conductor fabuloso para recorrer variados escenarios, narrar varias vidas en una y desembocar en el hundimiento del imperio soviético, la perestroika, el postcomunismo y la Rusia terrible y convulsa de hoy en día; una buena excusa para dar cuerpo a estos tiempos confusos.

Gracias a Limonov sabemos, por ejemplo, que soviéticos y occidentales no compartimos en absoluto el mismo punto de vista sobre el postsovietismo, pues, a diferencia de en nuestras cabezas biempensantes, en Rusia se puede nombrar a Gorbachov y no suscitar ninguna polémica, ya que todo el mundo lo detesta y lo considera un fantoche. Boris Eltsin, para nosotros un populista borrachuzo, es un gran hombre de Estado (signifique eso lo que signifique, que nunca lo he sabido) y Vladimir Putin, ese pretendido supermacho blanquiñoso, no es en toda Rusia el diablo.

Limonov está escrita en primera persona. También cuando, en El adversario, Carrère se centró en Jean-Claude Roman, lo hizo en primera persona. Carrère, claro, ha tenido que darle varias vueltas a La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, y, sobre todo, a A sangre fría, de Truman Capote. Se confiesa admirador de ambas obras (yo también las admiro mucho), pero no comparte la postura que Capote adopta como narrador: Capote finge que está absolutamente ausente del relato; borra sus propias huellas, como si su mano no existiera, como si la materia literaria se hubiera ordenado así por sí sola. Carrère opina que esta posición que adopta Capote es “absolutamente falta de honradez y moralmente atroz”.

Dice Carrère que, como lector, frente a un texto, le gusta sentir que hay alguien detrás. A mí me sucede lo mismo. Ese ser que se pretende real y que me habla en primera persona me convierte la experiencia en más directa, hace que confíe más en él.

Carrère, por eso, se mezcla, se moja, se pringa en el relato. Pinta un retrato en el que se refleja y es, en parte, también autorretrato. Presenta a Limonov en cuanto que este se relaciona con él. Lo describe, lo narra, lo juzga y, sobre todo, intenta comprenderlo. Por eso se detiene a explicar los aspectos que no comparte con él: su añoranza del estalinismo, su exaltación del fascismo, su tolerancia a la violencia. Carrère, lector diario de Libération,  se molesta por adentrarse en su pensamiento y alma y ver qué es lo que sustenta esa personalidad extravagante. Lo que hace es explicar, sencillamente explicar; y explica bien. Las pocas páginas en las que explica el fascismo, por ejemplo, me han servido más que todos los tochos teóricos que me he tragado en esta vida, porque se pregunta fundamentalmente por ese fascistilla cabrón que, más o menos reprimido, todos llevamos dentro.

Eso es, más o menos, lo que también hizo Carrère en El adversario y lo que hacen las buenas novelas negras que me gustan: abrir una ventanita a nuestro infierno interior, a los abismos oscuros en los que portamos el odio hacia nosotros mismos y nuestros semejantes.

4 comentarios:

Uno dijo...

Suena todo fascinante. Si sabes que el prota es alguien real también das mas crédito a los ambientes en que se mueve. Muy apetecible esta inmersión en lo ruso.

Un abrazo

Noemí Pastor dijo...

Hola, UNO. Yo, desde luego, he disfrutado un montón yendo y viniendo de Rusia, sin moverme de mi casita, con una calefacción estupenda. Es una forma de viajar. Besos.

Xavier recetas faciles dijo...

El invierno en Siberia seria muy bueno ir a conocer lo extremo del clima

khongthehieunoi dijo...

Hola, MANUEL. Ya digo que esto que he puesto aquí no es lo que más me gusta de su obra. Por la red verás cosas más interesantes y punzantes. Saludos invernales.

franske negle

dental implants dublin