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Victoria Warshawski es su personaje, investigadora privada que antes se licenció en Derecho y ejerció de abogada de oficio. Es una tía culta, melómana, simpática, un poco ácida, militante antirracista, progre y de familia de inmigrantes obreros. No nos dice exactamente cuántos años tiene, pero ya está en edad de tener un hijo adolescente.
Warshawski y Paretsky viven y trabajan en Chicago. Allí transcurre "Lista negra", en los primerísimos años del siglo XXI, poco después de los atentados del 11-S, en una sociedad, pues, "desconcertada y sobrecogida" y en un momento en el que "el miedo llevaba las riendas de América". No faltan en la novela acertadas pullas de la irónica Warshawski contra la ola de conservadurismo y recorte de libertades que los (¿nos?) invadió en septiembre de 2001.
La investigadora recibe un encargo que, en principio, parece no estar a la altura de su bagaje profesional: debe vigilar una mansión señorial deshabitada, pues la antigua propietaria cree ver intrusos por la noche y luces en el ático. Un quehacer tan simple la lleva a un conflicto que enfrenta a pobres y a ricos, negros y blancos, derechistas y liberales, empresas de comunicación que compiten entre sí y a viejas rencillas entre familias que se remontan a la época de la "caza de brujas" de McCarthy.
Entre tanto, se busca a un presunto colaborador de Al Qaeda y, por supuesto, suceden un par de muertes sospechosas.
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