Hanif Kureishi es otro de mis favoritos. Me gusta porque es de esos escritores, como Bayly, que cuentan su propia historia pero, en vez de escribir memorias o autobiografías, la novelan y así tienen una vida literaria paralela que se cruza y se entrecruza con la real en proporciones que ni ellos mismos saben calcular.
Grazia Deledda también practicó en cierta medida el ejercicio apasionante de inventarse la propia existencia. Escribió una novela-autobiografía, titulada Cosima, de la que algún crítico dijo que era "su vida irisada". Curiosa expresión, ¿verdad?
Volvamos a Kureishi. Nació y se crió en Londres, hijo de inglesa y paquistaní, por lo que no tuvo más remedio que plantearse la cuestión de su propia identidad y contestar mil veces a la pregunta "¿Pero tú de dónde eres?", en un contexto social en el que odiar a los "pakis" era natural. Por eso se plantea Kureishi el racismo como ejemplo de "la necesidad humana de odiar".
Cuenta su infancia, adolescencia y juventud en "El buda de los suburbios" y su madurez en "Intimidad". La primera es bastante más alegre: le tocó vivir un Londres que explotaba de música y creatividad. "Intimidad" es bastante más amarga: trata de la traición y de lo difícil que es ser libre sin hacer daño a nadie. Siempre me ha gustado de "Intimidad" una cita terrible y sin embargo cierta:
Grazia Deledda también practicó en cierta medida el ejercicio apasionante de inventarse la propia existencia. Escribió una novela-autobiografía, titulada Cosima, de la que algún crítico dijo que era "su vida irisada". Curiosa expresión, ¿verdad?
Volvamos a Kureishi. Nació y se crió en Londres, hijo de inglesa y paquistaní, por lo que no tuvo más remedio que plantearse la cuestión de su propia identidad y contestar mil veces a la pregunta "¿Pero tú de dónde eres?", en un contexto social en el que odiar a los "pakis" era natural. Por eso se plantea Kureishi el racismo como ejemplo de "la necesidad humana de odiar".
Cuenta su infancia, adolescencia y juventud en "El buda de los suburbios" y su madurez en "Intimidad". La primera es bastante más alegre: le tocó vivir un Londres que explotaba de música y creatividad. "Intimidad" es bastante más amarga: trata de la traición y de lo difícil que es ser libre sin hacer daño a nadie. Siempre me ha gustado de "Intimidad" una cita terrible y sin embargo cierta:
…abandonar a una persona no es lo peor que se le puede hacer. Puede resultar doloroso, pero no tiene por qué ser una tragedia. Si uno no dejase nunca nada ni a nadie, no habría espacio para lo nuevo. Sin duda, evolucionar constituye una infidelidad…, a lo demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo. Tal vez cada día debería contener al menos una infidelidad esencial o una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro…, una afirmación de que las cosas pueden ser no sólo diferentes, sino mejores.Pero, además de relatar su propia historia, Kureishi también pone de vez en cuando el pie en el terreno de la fantasía: en "El cuerpo" nos cuenta de un millonario sesentón que mantiene su cerebro en el cuerpo de un futbolista italiano. Y eso todavía es ficción, ¿no?
Ya metida en citas, le leo en una entrevista una frase que me gusta aunque no la entiendo muy bien. Dice: "Utilizar la imaginación es la única forma de vivir en este mundo, aunque también es una forma de sabotear los propios deseos." Que alguien me lo aclare, plis, concretamente la segunda parte.
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5 comentarios:
La imaginación es como fumarse un porro, evadirse de la realidad o imaginar otra mejor.
Totalmente de acuerdo, la infidelidad se puede extender más allá de la propia pareja. La verdad que ha estado muy interesante, en cuanto a tu planteamiento, yo lo veo como que tus propios deseos pueden ser alterados por la imaginación tanto por tu propia influencia, como por la influencia de los demás.
Querida Lucía, querido Joxe, es muy sugerente la mezcla que habéis hecho: imaginación, infidelidad, libertad personal, deseos, traición...
Como dice Lucía, la imaginación coincide casi siempre con evasión. En tal caso, supondría una renuncia a los deseos reales; se intentaría satisfacerlos de manera imaginaria, no real.
Supongo que por ahí pueden ir los tiros. Y que no tiene otra cosa con qué complicarse la vida :)
Soy incapaz de distinguir entre deseos imaginarios y reales. Y la vida, si no es para complicarla, ¿para qué es?
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