domingo, 25 de mayo de 2008

Impostura (V)


Leí El adversario, de Emmanuel Carrère, hace tanto tiempo que, cuando visité Ginebra y alrededores, no me di cuenta de que estaba en "el lugar de los hechos". Una lástima. Pasé unos días en Ferney-Voltaire, la pequeña ciudad en la que residía Jean-Claude Romand y en la que asesinó a su mujer, a sus hijos y a su perro. Ferney-Voltaire está pegadita a Ginebra, es una ciudad-dormitorio en la que viven pudientes funcionarios internacionales ginebrinos, pero es Francia. De Ferney a Ginebra se puede ir en autobús; la línea viene de Gex (en color lila en el mapa), atraviesa la frontera, que está en un túnel bajo la pista de aterrizaje del aeropuerto de Ginebra, y te deja en la estación de Cornavin. A veces la policía de aduanas detiene el bus y pide los pasaportes a la gente que va a currar.

Ahora me he vuelto a leer El adversario y me ha dado el mismo escalofrío; o mayor, porque me he acompañado de los mapas de Michelin para poner suelo a la peripecia: además de Ferney y Ginebra, Clairvaux-les-Lacs, donde se crió Romand y donde seguían viviendo sus padres; Lons-le Saunier, donde estuvo en un colegio internado; Dijon, a donde se suponía que asistía a un curso semanal... La Francia relativamente profunda, verde, boscosa, solitaria y de inviernos duros.

La novela, aunque releída, sigue siendo devoradora. Te traga desde el primer párrafo y no hay manera de que te suelte. Cuando la acabas, sigues revolviéndola en la cabeza. Pero, así y todo, podría decirse que es una novela fallida. ¿Por qué? Porque Carrère no consigue su objetivo. Él se proponía llegar a conocer qué se le pasaba a Romand por la cabeza mientras se paseaba, con traje y corbata, por los bosques del Jura, cuando todos lo creían trabajando en su prestigiosísimo puesto de la OMS. Y no lo consigue, porque, a poco que penetra en su cabeza, se encuentra una mentira tras otra, montones de falsas paredes protectoras que lo alejaban de la realidad que nunca le gustó.

Pero Carrère nos da pistas, nos dice cuál fue el mundo del que Romand quiso huir; y nos habla de una madre eternamente enferma, una de esas mujeres con permanente mala salud, sin que se sepa bien qué padecen; seguramente un mal que nadie comprende. También nos habla de un Jean-Claude niño demasiado serio, reposado, calmado, mesurado, silencioso, incapaz de comunicar su angustia y su tristeza

Pero madres pachuchas y niños calladitos los hay a montones en el mundo y, por fortuna, eso no convierte a nadie automáticamente en asesino múltiple.

Durante el juicio a Romand, el corresponsal del periódico Le Monde escribió que en él había visto "el rostro del diablo". Carrère dice también algo parecido cuando se pregunta por los últimos pensamientos de los padres de Romand, al ver que su adorado hijo blandía hacia ellos la escopeta.
Dice que vieron, con los rasgos de su hijo bien amado, a aquel al que la Biblia llama Satán; es decir, al Adversario.


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14 comentarios:

Lucía dijo...

Has conseguido que se me pongan los pelos de punta.
Un abrazo.

Javier Vizcaíno dijo...

A mí me impresionó la historia como muy pocas otras.
Seguramente Romand es el caso extremo, pero estoy convencido de que hay miles de personas que viven una vida inventada con toda naturalidad.
Desde hace meses en mi mesilla aguarda "Siete mentiras" de James Lasdun, que también de falsificadores de sus propias biografías.

Noemí Pastor dijo...

Hola, Lucía, pues no veas la novela los efectos que tiene. Un besazo.
Sí, Javi, en la novela se ve lo fácil que es reinventarse la vida. Me apunto a Lasdun. Beso.

Benjuí dijo...

Esta sí que no pienso leerla ni de coña.
Me produce una angustia profunda e inexplicable lo inexplicable.

Noemí Pastor dijo...

Hola, Benjuí, pues para que te angusties más te diré que una acaba explicándoselo todo y que le resulta horrorosamente familiar eso de manipular un poquito la realidad para no defraudar a nadie y que te sigan queriendo.

Antonio dijo...

tq

39escalones dijo...

Un tanto "chabroliano", mirando los residuos de vida bajo la alfombra francesa...

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Me gustó mucho la novela.
Saludos,
Diego

Julián Sick dijo...

Las características de los objetos, al igual que las de los sujetos, se dan a conocer lejos del significado primordial en el que la disolución propia del significante se "come" literalmente a los cuatro significados latentes: Monja, jamón, Mónaco, Turbulencia, Pase Usted, Lapicero, Esturión (sin huevas), Palco.
La prudencia es la madre y amante de los sinsabores de Cleo.

Anónimo dijo...

A mí tampoco me hace mucha ilusión leer un libro que produce tanta angustia. Me revuelve las tripas.

Carlos Paredes Leví dijo...

A mí, la verdad, es que el pequeño país centroeuropeo siempre me ha parecido más aburrido que un deshielo.En ése clima de tedio opresivo y angustioso,no es causalidad los personajes que surgen, ya sean reales o ficticios, ya sea en cine o literatura.....y eso que por allí se pasó Borges...
Un saludo.

Eso sí, los bombones son espectaculares y si se acerca a Zurich, pase acomprar strudel en Steiner.

Noemí Pastor dijo...

Toni, un beso.
Escalones, Chabrol habría hecho algo bueno con esto.
Diego, me alegra coincidir contigo. Saludos cariñosos.
Julián, ¿el significante se diluye? Ummm... Interesante.
Peke, no es para tanto. Yo soy una miedica y me lo he leído dos veces.
Carlos, a mí no me cae del todo simpática la Suisse. Ginebra, en cambio, me gusta.
Besos a todo el mundo.

Anónimo dijo...

he cumplido el encargo de las nominaciones al premio. nuevamente, le reitero mi gratitud. a mandar!
:-) (aquí, genuflexión)

Fernando García Pañeda dijo...

Bad karma, chick, bad karma.