jueves, 14 de junio de 2012

V de Venganza


Le oí decir a Sue Grafton hace unos años, en Barcelona, que siempre intentaba no repetirse, ensayar algo nuevo en cada novela y, claro, como el Abecedario del Crimen ya toca a su fin (¡oh, dioses!, ¿qué haré tras leerme la Z?, ¿empezar de nuevo por la A y releer todas las novelas, una tras otra, por siempre jamás?), tiene que experimentar con las técnicas narrativas y en V de Venganza hace algo que nunca hacía en sus primeras novelas y empezó a hacer hacia la S de Silencio, si mal no recuerdo: intercalar capítulos en los que no aparece la protagonista, la investigadora privada Kinsey Millhone, y se relacionan solo remotamente con ella.

Así, aparecen varios personajes, en apariencia inconexos, que luego acaban encajando en la historia que investiga Kinsey. ¿Y qué investiga esta vez Kinsey? Pues algo que nos resulta a todos familiar: una red de delincuentes que roba artículos de lujo y los vende en otros países. Nos resulta familiar porque nos enfrenta a nuestras conciencias: esa tendencia nuestra rácana y cutre de ir tras los mejores precios nos lleva a consumir productos robados, esto es, a alimentar a mafias de delincuentes, o productos baratos fabricados en serie “en algún país donde no se aplican las leyes de protección laboral de menores”.

Otra cosa nueva de V de Venganza es que uno de estos personajes periféricos nos ofrece por primera vez una descripción de la investigadora Kinsey Millhone vista por ojos ajenos. En todas las novelas es frecuente que Millhone, según narra en primera persona, nos hable de su pelo o su ropa. Aquí, como digo por vez primera, nos la presenta un narrador omnisciente en tercera persona que nos da el punto de vista de un personaje:
 
Una mujer joven salió de la cabina: vaqueros, jersey negro de cuello alto y un gran bolso de piel blanda. Dante la miraba absorto. Rondaría la treintena, más niña que mujer en su opinión. Tenía los huesos pequeños y una desgreñada mata de pelo oscuro que seguro que se cortaba ella misma. Ojos de color avellana y nariz ligeramente torcida. Dante vio que la mujer había recibido algún que otro golpe.

A pesar de las novedades y de esa inquietud de Grafton por ofrecernos siempre algo nuevo, Kinsey Millhone sigue encerrada en la década de 1980, un tiempo en el que las fotos solo se podían ver una vez reveladas y los formularios se rellenaban a máquina. Sigue también, gracias al cielo, con la lengua tan afilada como siempre y nos regala pasajes como estos:

La miré detenidamente, disfrutando de la aversión que me provocaba. Observar a alguien que te cae mal es casi tan divertido como leer una novela malísima: es posible experimentar un placer malsano con cada párrafo descabellado.

A las tres de la tarde comenzó el éxodo de vehículos de lujo que fueron desfilando uno a uno colina abajo desde la Academia Climping. Cuando yo iba al instituto, viajaba en transporte público. En aquellos tiempos, los adolescentes no gozábamos de derechos ni sentíamos que los mereciéramos. Sabíamos que éramos ciudadanos de segunda, completamente a merced de los adultos. Había chicos que tenían coche propio, pero no era lo normal. Al resto ni se nos ocurría quejarnos. Aquellos jóvenes que pasaban ante mí, más que mimados, parecían ajenos a lo afortunados que eran.

El agente P. Martínez era alto y corpulento. Iba equipado de pies a cabeza con todos los complementos reglamentarios: placa, cinturón, arma enfundada, porra, linterna, llaves y radio. Era como un ejército de un solo hombre, dispuesto a enfrentarse a lo que fuera, con un equipo completo de objetos disuasorios contra malhechores. Todos esos cacharros confieren un aire sexy a un hombre. A una fémina, en cambio, solo le hacen parecer más gorda. Me sorprende que haya mujeres que se presten de manera voluntaria a ofrecer semejante aspecto.

Tu marido es abogado. Todos sus amigos lo son y, si no, conocen a otros abogados cuyo único objetivo en esta vida es impedir que los bienes conyugales acaben en manos de mujeres como tú.

La siguiente novela del Abecedario del Crimen será la W, de la cual todavía Grafton no dice nada en su web (www.suegrafton.com). Ni siquiera avanza el título, que ya supongo que dará problemas a su traductora; a no ser que hable de wolframio.

10 comentarios:

humo dijo...

...Y yo sin haber comenzado por la A, tan siquiera...

Peke dijo...

Ya veo que la has leído. Supongo que no nos dejarás sólo con este post, ¿no?

Noemí Pastor dijo...

Enhorabuena, HUMO: tienes mucho para disfrutar. Empieza por la A, que ya está en bolsillo, y sigue por estricto orden alfabético. Si no te gusta, te pago el importe del libro y además te invito a comer. Palabrita del Niño Jesús.

Noemí Pastor dijo...

Pues resulta, PEKE, que en los próximos días voy a andar un poco dispersa, así que me temo que no va a haber más posts sobre este libro. Ahora bien, si se te ocurre algún asunto más sobre el que podría escribir, soy toda ojos y orejas. Besos.

Julen Iturbe-Ormaetxe dijo...

Sí, esa definición que hace un personaje "desde fuera" tiene su gracia. Aunque quizá hubiera dado algo más de juego si introduce algún elemento discordante con las propias características que se atribuye Kinsey a sí misma, ¿no?

Noemí Pastor dijo...

Hola, Julen. Es cierto que no introduce nada discordante, pero sí mucha información "nueva": ahora sabemos de qué color tiene los ojos, que es pequeñaja y que mantiene un aspecto juvenil, a pesar de sus treinta y ocho añazos. Besos.

Manuel Márquez dijo...

Pues ya ves qué casualidad, compa Noe: hace exactamente una semana que la tengo pedida al Círculo de Lectores (espero que no consideres esto publicidad encubierta...), y en cuanto caiga en mis zarpas, pues eso, ñam-ñam...

Un fuerte abrazo y buena tarde.

Noemí Pastor dijo...

Pues nada, Manuel, a disfrutarla y ya me contarás. Un abrazo.

Interrobang dijo...

La tengo formando montaña con las lecturas que caen este verano, y, como tu, pienso que cuando se acabe la serie voy a notar como un agujero en el estomago (espero que no me la maten!). Sue Grafton es una de mis autoras refugio y Kinsey Millhome es como una amiga del instituto.
Un abrazo

Noemí Pastor dijo...

Hola, INTERROBANG. No había pensado en la posibilidad de que me mataran a Kinsey, pero sé que Grafton quiere mantenerla eternamente joven, así que no es mala idea hacer de ella un terso cadáver. Besos.