martes, 12 de junio de 2007

El desbarrancadero

Probablemente mi obra (quizás no deba llamarla novela) favorita de Fernando Vallejo sea "El desbarrancadero". Ya el título suena exótico y al mismo tiempo tremendamente castellano. Es una de las palabras más queridas y más utilizadas por Vallejo, que ama a la lengua española por encima de casi todas las cosas. La RAE lo define así:

desbarrancadero.

1. m. Hond. y Méx. despeñadero (precipicio).


Y es, según Vallejo, ese lugar al que nos dirigimos todos de cabeza y sin freno.

En "El desbarrancadero" cuenta Vallejo de cómo dejó por un tiempo su residencia en México y volvió a su casa natal, a Medellín, a cuidar a su hermano pequeño, que estaba muriendo de sida. En la portada del libro, de un hermoso color dorado, aparecen los dos, de niños. Fernando es el mayorcito, el de detrás.

Allá en Medellín reencontró lo que quedaba de su familia, de sus ancestros, de su niñez, de su casa, en un repaso caótico y sentimental, pero de sentimientos no siempre nobles ni buenos. Porque quien busque sentimentalismo, que arroje inmediatamente este libro al contenedor de reciclar papel. Vallejo no olvida su misantropía jamás y su ternura se expresa, como mucho, en cariñosos apelativos con los que se refiere a sus familiares, como El Gran Güevón, o esto que dice de su abuelo querido: ... era un buen hombre. Loco y rabioso, sí, pero en grado humano. De ahí no pasa la expresión del afecto familiar.

Vallejo nunca habla con lugares comunes; sigue detestando al papa Wojtyla, del que dice cosas que yo, que me tengo por malhablada y lenguaraz, no me atrevo a reproducir aquí; de los treinta y pico millones de colombianos que pueblan la tierra, es el único que reza para que su país jamás gane el mundial de fútbol, y es, por encima de todo, un espíritu libre, porque no le pesa la mayor de las esclavitudes: la necesidad de agradar.

Pero bien sabe que eso se paga caro; él mismo lo dice: los hombres libres caemos en plomada a los infiernos. Y no hace falta morirse para eso.

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6 comentarios:

Lucía dijo...

Qué crítica tan sugerente y bien hecha. Dan ganas de salir corriendo a buscar el libro.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Lucía. Y también me resulta más sugerente desbarrancadero que despeñadero, o barranco. Es mucho más evocador.

Anónimo dijo...

Suscribo lo dicho por los dos anteriores. Dan ganas de salir a comprar el libro y eso que a mí ciertas temáticas me dan algo de repelús.

Noemí Pastor dijo...

Desbarrancadero es una palabra preciosa, como toda la prosa de Vallejo, que a mí me tiene subyugada. Ahora bien, sabed que no es un escritor para todos los públicos. La corrección política no tiene nada que ver con él. ¡Dice unas burradas...!
Por cierto, también ha hecho cine. Como mi otro amor, Manuel Puig, quería ser cineasta y acabó triunfando en la literatura.

Francisco Ortiz dijo...

Hay sentimiento en el libro y en tu texto. Te felicito por ello. Un abrazo.

Noemí Pastor dijo...

Ya te digo que este Vallejo me tiene seducida. Me he tragado sus cinco tomos de memorias y unas cuantas "novelas" más. Seguiré hablando de él, sin duda.