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Hace más de trece años, el Conde era investigador y era también, como ahora, un tipo más bien taciturno que odiaba su trabajo, había pasado por la universidad, tenía pretensiones literarias y, de hecho, escribía hermosos relatos cortos.
Esto sucedía en las novelas “Pasado Perfecto”, “Vientos de Cuaresma”, “Máscaras” y “Paisaje de otoño”, que componen “Las Cuatro Estaciones”, que antes era una tetralogía y ahora es una serie, porque se le ha añadido una quinta entrega. Su autor es Leonardo Padura, el de la foto, antes llamado Leonardo Padura Fuentes, que en el camino de la gloria literaria ha perdido su segundo apellido y ha abandonado esa bonita costumbre de usar públicamente el apellido paterno y el materno. Es algo que va en desuso, que a todo el mundo recomiendo, aunque yo no practico, y que ya sólo queda en sudamericanos, portugueses y árbitros de fútbol.
Como decía, han pasado trece años. En Cuba las han pasado canutas. Han vivido lo que Padura llama la Crisis, por antonomasia, con mayúscula. El Conde ya tiene cuarenta y ocho años, ha dejado por fin la policía y se dedica a la compraventa de libros. Pero, como es un bibliófilo, le gusta más comprar que vender y disfruta horrores en cervantinos expolios de bibliotecas con pasado de grandeza y presente de penurias.
El Conde conserva a los amigos de siempre (el Flaco, Josefina, el Conejo...) y sigue recordando cada dos por tres a su abuelo Rufino el canario. Pero ahora tiene un nuevo amigo, el Yoyi, de abuelo gallego, más joven y con una "despiadada visión mercantil" que contrasta con el "romanticismo trasnochado" del Conde. Y siguen chocando "la peligrosa celeridad" de Yoyi y "la parsimonia y los escrúpulos" del Conde; "la vehemencia a veces irreflexiva" del joven y "la experiencia maligna" del ex madero. Y así se equilibran de modo otra vez cervantino y peculiar.
Esto sucede en la quinta entrega de la serie, "La neblina del ayer", donde Mario Conde se topa con la era precastrista y la desaparición misteriosa de la bellísima vedette Violeta del Río.
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