lunes, 29 de octubre de 2012

Allen y Camilleri: semejanzas y diferencias

Se parecen en la edad avanzada: Woody Allen tiene 76 años y Andrea Camilleri, unos más que respetables 87. Ya están ambos, pues, por encima del bien y del mal, ya han demostrado todo lo que tenían que demostrar, el uno en el cine y el otro en las letras.

Ya pueden permitirse el lujo de rodar siempre la misma película y de escribir siempre la misma novela. Y, además, como les da la gana: destartalada e incoherentemente, sin preopuparse en absoluto por las convenciones narrativas. Bien. Me alegro por ellos. Todo el mundo querría llegar a ese punto.

Se parecen también en que los dos miran de cara a la muerte. Ellos y sus personajes. El de Allen, en este caso, en A Roma con amor, se llama Jerry, pero se ha llamado antes de muchas otras maneras, ha tenido muchos nombres, casi todos judíos. Está jubilado y no le gusta. Aprovecha cualquier excusa para volver al trabajo. Su mujer le dice que relaciona equivocadamente la jubilación con la muerte. ¿Equivocadamente? No tanto. Ya lo decía Miguel Delibes en La hoja roja: se refería a la hoja roja que en los librillos de papel de fumar avisaba (¿sigue avisando?) de que quedaban pocas hojas y que había que comprar un librillo nuevo. Eso es la jubilación: la hoja roja que te avisa de que te queda poco.

El personaje de Camilleri se llama Salvo Montalbano. No es tan viejo, en La edad de la duda tiene cincuenta y ocho años; todavía está en activo, todavía es policía en Sicilia, pero se siente viejo, se ve achacoso y hace ya varias novelas que en cada entrega se le va la pinza por alguna chica joven. Y despampanante, claro.

En eso vuelve a parecerse a Allen; o a sus personajes: en no sé cuántas películas lo hemos visto emparejado con chicas décadas más jóvenes que él. Claro que lo de la ficción, lo de sus personajes, no es nada comparado con lo real, con la historia del propio Allen y su esposa Soon Yi.

Salvo Montalbano, como digo, no es tan viejo, pero su autor, Camilleri, sí lo es y mira de cara a la muerte. Se dice que tiene escrita una novela para que se la publiquen cuando haya fallecido. Hay quien dice que es una simple operación de marketing. A mí me da que nos tiene preparada una broma macabra.

lunes, 22 de octubre de 2012

Salgado Connection



En Calibre 38 me han publicado este articulito sobre las dos novelas de Toni Hill con el inspector Salgado.

Daos una vuelta por allí a leerlo. Agurrrrr.

viernes, 19 de octubre de 2012

Filadelfia, Pensilvania

En verano pasé una larga temporadita en los Estados Unidos de América, donde, como sabéis, no se puede dar un paso sin que algo te recuerde a una peli. Una espera que esto le suceda en ciudades grandes como Nueva York, Washington o Chicago. No lo espera tanto, en cambio, en sitios más pequeños, como Boston o Baltimore, pero sucede, vaya que si sucede, y a mi me sucedió especialmente en Filadelfia, la gran ciudad del estado de Pensilvania.

 Os lo cuento todo en Zinéfilaz.

miércoles, 3 de octubre de 2012

No espabilamos

"Lo que contaban los pescadores era terrible. A menudo recogían en las redes cadáveres o trozos de cadáveres que arrojaban de nuevo al mar. Restos de cientos y cientos de hombres, mujeres y niños que habían esperado llegar, después de un viaje infernal a través de desiertos y lugares miserables que habían acabado con ellos, a un país donde podrían ganarse un mendrugo de pan.

Para realizar ese viaje se deshacían de sus pertenencias, lo vendían todo, alma y cuerpo, para así pagar por adelantado a los negreros que comerciaban con carne humana y que no vacilaban en dejarlos morir, echándolos al agua a la menor señal de peligro. Y a los supervivientes que conseguían tocar tierra, ¡menudo recibimiento les dispensaban en el país! Los metían en centros de acogida; así los llamaban, cuando en muchos casos eran auténticos campos de concentración.

Y había personas, llamadas vete tú a saber por qué honorables, que, no contentas con eso, querrían verlos muertos; decían que nuestros marinos deberían emprenderla a cañonazos contra sus barcas porque, según ellos, todos eran delincuentes, holagazanes, y transmitían enfermedades. Exactamente lo mismo que les había sucedido a los italianos en América. Pero todo el mundo había olvidado eso."

Andrea Camilleri
La edad de la duda
Ediciones Salamandra, 2012
Traducción de Teresa Clavel Lledó