martes, 14 de junio de 2011

U de ultimátum: un puzle

Ya, ya os dejo de dar la vara con esta novela. Lo que pasa es que tenía algunas cositas escritas y me daba pena dejarlas sin publicar. Os prometo que ya me pongo a leer otra cosa. Palabrita del Niño Jesús.

Grafton ha construido el relato como un puzle que se comienza por los bordes, por las esquinas. Va poniendo piecitas sueltas a modo de marco y, pasito a pasito, como en círculos concéntricos, va acercándose al meollo, de manera que la figura principal se nos revela a poquitines y a trompicones, porque en ciertos momentos algunas fichas resulta que estaban mal ubicadas, ha habido que quitarlas y luego se han quedado por ahí perdidas, sin recolocar. ¿A alguien le ha sucedido lo mismo?

La novela me ha atrapado, me costaba soltarla de las manos y andaba ansiosilla buscando los momentos de retomarla, así que puede ser que la impaciencia me haya impedido colocar esas piezas sueltas en su debido sitio, pero si se han quedado por ahí sin encajar, tampoco pasa nada. Nunca he conseguido, por ejemplo, cuadrar El halcón maltés. Ni yo ni nadie, sospecho. ¿Y qué?

Algunas de las fichas del puzle pertenecen a los años 80, que es la década en la que se encuentra atrapada la detective Kinsey Millhone y de la que no saldrá jamás, pues, según declaraciones de su creadora, su última novela, Z is for Zero, tendrá lugar en 1990. Otras fichas, en cambio, son de la década de los 60, de cuando a la alta burguesía californiana le salieron hijas e hijos hippies. Grafton aprovecha para confrontar esas dos maneras de vivir y criticar ambas. Tiene, por ejemplo, una visión bastante desencantada, desestereotipada, desmitificada, de la familia, la paternidad y la maternidad y no deja de señalar que, si los hippies le daban bien a la maría, sus mamás y sus papás tampoco soltaban el vaso con el whiskazo.

Tanto en una década como en otra, la detective Millhone sigue sin usar, por supuesto, ni Internet ni teléfono móvil. Se tiene que servir, pues, de guías telefónicas y directorios y debe permanecer anclada en su despacho cuando espera una llamada importante. Tampoco tiene fax; cuando necesita enviar uno, acude a una oficina que se lo presta. Y dice: "Algún día claudicaré y acabaré comprándome uno." Qué graciosa es mi Kinsey.

Y, para acabar, querría saber si alguien de ustedes ha leído la novela y le ha parecido que el exitoso escritor Jon Corso se parece demasiado a James Ellroy. A mí, desde luego, esa impresión me ha dado: no tiene madre, se convierte en un merodeador juvenil, se obsesiona con la ropa interior femenina y su genialidad solo aflora cuando es capaz de aprovecharse de su odio y reciclarlo en materia literaria. Bueno, en esto último se parece también a Grafton, ¿no?

4 comentarios:

peke dijo...

Ya lo tengo, pero todavía no lo leí (ando con otras cosas). Estoy impaciente por atacarlo.

Noemí Pastor dijo...

Yo no pude aguantar la impaciencia y dejé dos novelas a medias para empezar ésta.

Jabi Basterra dijo...

Qué tal, Noemí.

Muy lograda la tanda de entradas sobre la U de la Grafton.
Muchas gracias, y que sepas que has conseguido que me vaya a poner con la serie desde la A, como en el cole.

Un saludico

Noemí Pastor dijo...

JABI, encantada de verte por aquí. Me parece muy bien que empieces por la A cmo un alumno aplicado. Ya me contarás. Y ahora recita conmigo:
A de Adulterio
B de Bestias
C de Cadáver...