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domingo, 14 de octubre de 2018

El Reino

Hola. El viernes pasado, 12 de octubre, me publicaron en la Revista Calibre 38 una reseñita sobre la peli "El Reino", de Rodrigo Sorogoyen, con Antonio de la Torre y Josep María Pou. 

Si me queréis, LEERLA.

Y, de paso, leed también mis reseñas, en la misma revista, sobre "La transparencia del tiempo", de Leonardo Padura" y "Lejos del corazón", de Lorenzo Silva. 

Salud, hermanas y hermanos. 

martes, 11 de septiembre de 2018

"Más allá de la verdad", de Anne Holt

Por razones que no vienen a cuento (por aburridas, más que nada), me enganché con esta novela para acabar dándome cuenta de que no merecía la pena.

Una (nórdica) y no más, San Nicolás (o el santo escandinavo que corresponda).

Publico la reseñita en Calibre 38, as usual. 

miércoles, 7 de febrero de 2018

Una mañana absurda



Era una mañana absurda, 
como precedida de un flechazo amoroso o de una pérdida inesperada.
Yo conmocionada y el cielo y la tierra, en cambio, impasibles, vulgares,
ajenos a mi estremecimiento,
en total discordancia
con la propia realidad,
en feo contraste mutuo,
como si el amanecer quisiera
negar la muerte y la muerte,
el amanecer.

Uxue Alberdi:  Jenisjoplin
 Susa 2017
La traducción y la adaptación son mías

sábado, 1 de julio de 2017

"Offshore"

Pues nada, que me he leído esta novela de Márkaris, he escrito una reseña y la he publicado en Calibre 38.

Leedla aquí, a ver qué os parece.

Saludos.

martes, 13 de junio de 2017

Los niños no saben que las cosas cambian

"Habían empezado a construir en aquellos terrenos antes del comienzo de la guerra, pero las obras se interrumpieron en cuanto se oyó mugir las primeras sirenas.

Los terrenos se ubicaban en un extremo del condado de Essex, en la gran periferia de Londres, y lindaban con el bosque de Epping.

Todavía quedaban en las cercanías verdísimos prados, divididos por hileras de árboles de variadas especies, que nunca se cortaban y apenas se podaban: fornidas encinas bicentenarias, cortinas de olmos que crecían antes de que se oyera hablar de su hongo parásito y, en primavera, espinos blancos como la leche y manzanos silvestres de flores rosadas.

En los campos ya no se recogía el heno y crecían hierbas amarillas, verónicas azules, borbonesas y orquídeas. La mariposa vanesa, atalanta y pavo real había desertado de las flores campestres y se dirigía hacia los arbustos que poblaban los jardines privados en los barrios de Hill y Shelley Grove.

Los niños creían que aquellos campos estarían allí siempre, que permanecerían siempre igual, porque los niños no saben que las cosas cambian."

Ruth Rendell:
The girl next door, 2014
La traducción y la adaptación son mías


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La vida debía de ser maravillosa 
El jardín secreto

martes, 19 de enero de 2016

"Les Merveilles" en Calibre 38

Después de daros la tabarra con varios párrafos seleccionados, traducidos y adaptados de esta novela, remato con una reseña en Calibre 38.

Pasaos por allí a leerla, a ver qué os parece. 

Aprovecho para seguir dando la matraca: hay mucha buena novela francesa que no sé por qué demonios no está traducida al español.  

Nada más. Hasta prontito.

Claire Castillon:
Les Merveilles 
Grasset 2011


 



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Un gancho de carnicero
Nunca nada demasiado bueno
Aquellos perros de plástico en la parte de atrás de los coches

sábado, 2 de enero de 2016

Aquellos perros de plástico en la parte de atrás de los coches

El deseo de los hombres no es nada malo ni complicado. Las señoras no deberían enfadarse porque sus maridos se vayan de putas; no pasa nada entre ellos y nosotras. Ni siquiera nos miran.

Un tipo acude a nosotras para que nos ocupemos de su deseo, como quien va al peluquero para que le corte las puntas.

Hay que entenderlo. Pocos hombres son capitanes de un navío verdiblanco, pocos son fuertes y elegantes; la mayoría son más bien torpes, pesados y tristes. En el burdel les damos un poco de alegría; les ayudamos a transformar el plomo en pluma. 

Frieda es muy buena en eso. Para cuando los acompaña a su cabina de masaje, ya han perdido la presión de los hombros.Se les nota que les cae un poco la cabeza, como a aquellos perros de plástico que se ponían en la parte de atrás de los coches, aunque intentan mantener algo de ironía en la mirada, algo de desprecio en las piernas arqueadas, y se esfuerzan por caminar como cowboys.

Una puta es una puta y una masajista es como una puta o peor, pero obra milagros en los hombres; los envuelve, hace que se apeen del caballo, los deja sin motivos para mirarla de arriba a abajo.

Claire Castillon:
Les Merveilles 
Grasset 2011

La traducción y la adaptación son mías.

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Un gancho de carnicero
Nunca nada demasiado bueno

viernes, 30 de octubre de 2015

"Las viudas de los jueves" en Zinéfilaz


Claudia Piñeiro (@claudiapineiro), guionista, dramaturga y novelista argentina, publicó Las viudas de los jueves hace ya diez años, en 2005, y enseguida se convirtió en una novela exitosa.

¿Cómo se mide, entre otros baremos, el  éxito de una novela? Pues se suele tener en cuenta si ha sido o no llevada al cine, porque las películas, en contra de la opinión general, muchas veces engrandecen los textos narrativos; o, al menos, permanecen a su altura o en absoluto los dañan. 

Eso podemos decir de la versión fílmica de Las viudas de los jueves que realizó el también argentino Marcelo Piñeyro, que no nos consta que sea primo de Claudia.

Marcelo acostumbra a adaptar al cine piezas literarias argentinas; así lo ha hecho recientemente con Betibú, otra novela de Claudia, y ya lo hizo en el año 2000 con Plata quemada, de Ricardo Piglia, por la que se llevó un premio Goya. Desde ahora aviso que la novela de Piglia y la peli de Piñeyro caerán próximamente por aquí en otro de mis Del papel al celuloide.

Sigue leyendo en Zinéfilaz.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Una gloria inmensa e inmotivada

La carrera de Jayne Mansfield se basa en una estrategia defensiva desde el momento en el que se instala en una gloria tan inmensa como inmotivada.

Mansfield llena sus vacíos y cumple con su papel para compensar su falta de esencia. La impostora, la mitómana a la que una madre rígida y exigente había desenmascarado ya en la adolescencia, encuentra en el star system el remedio a su fracaso íntimo.

Todo suceso afectivo aporta material al espectáculo. Con sus miserias elabora fetiches y centenares de artículos de prensa que se acumulan para construir un monumento tan sólido que todavía hoy el nombre de Mansfield ha sobrevivido a los títulos de sus películas.



Simon Liberati
Jayne Mansfield 1967
Éditions Grasset & Fasquelle 2011

La traducción y la adaptación son mías.


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Menos de dos horas antes

martes, 22 de octubre de 2013

Menos de dos horas antes




Menos de dos horas antes (menos de lo que dura un telefilm, menos de lo que duraban sus baños interminables) aquel despojo que yacía sobre el asfalto había estado cantando y bailando y había endosado un cheque de diez mil dólares.

Había comprado tres botellines de soda y había firmado un autógrafo a un admirador a la salida del restaurante The White Kitchen, en el condado de Slidell, Louisiana.

Menos de dos horas antes, Mansfield tenía ingenio, tenía alma, tenía una voz que sabía ser a veces suave y a veces fuerte. Hacía soñar a los hombres de cien países y provocaba conmociones en los aparcamientos de los restaurantes de carretera.


Simon Liberati
Jayne Mansfield 1967
Éditions Grasset 2011

La traducción y la adaptación son mías.

lunes, 1 de julio de 2013

Mussche

Robert Mussche creía firmemente que lo que mueve el mundo es el amor; tuvo tres grandes amores.

Amó a sus dos hijas, que curiosamente se llamaron igual. La primera fue Karmentxu Cundín, la niña de la guerra, la exiliada de Bilbao que Robert acogió en su casa de Gante. La segunda fue su hija biológica Carmen Mussche, a quien bautizó con el mismo nombre de su primera hija en un intento lírico de recuperarla, pues Robert perdió el rastro de Karmentxu una vez que la dictadura franquista obligó al retorno, en bastantes casos involuntario, a muchos de los niños y niñas repartidos por Europa.

El otro amor de Robert fue su esposa Vic Opdebeeck, a quien quiso profunda y desapasionadamente, porque Robert era  idealista, intelectual, sentimental y nada pasional. Para Robert la belleza y la bondad iban de la mano y tenía sus propias ideas sobre lo erótico:

  Pero, Robert, ¿no te parece hermoso el erotismo oscuro de Klimt? ¿No te seduce esa Judith fuerte y poderosa y su desnudez arrogante? 

  Yo prefiero otro cuadro de Klimt, Las Amigas, porque su erotismo tiene más que ver con el sosiego.
Finalmente, el gran amor de Robert, ese amor ideal que siempre persiguió, fue su amigo Herman, su compañero inseparable de juventud.

Herman publicó un libro sobre su relación con Robert y eso provocó el distanciamiento entre los dos amigos; algo frecuente en literatura. Lo mismo le pasó décadas después en otro continente a Jaime Bayly cuando publicó No se lo digas a nadie, que mucha gente se vio reflejada en los personajes y no le gustó su imagen más o menos distorsionada. Así, para disculparse escribió años después Los amigos que perdí

El amor de Robert hacia Herman siempre fue descompensado: Herman siempre se llevó la mejor parte; desde el principio, porque Herman era de familia rica y Robert de familia pobre, hasta el final, porque Herman sobrevivió a la guerra y sobrevivió también a la muerte y al olvido, ya que tuvo una carrera literaria con el seudónimo de Johan Daisne.

Robert siempre amó mucho más de lo que lo amaron. A pesar de que toda la novela es un canto a los afectos, deja entrever un anhelo que no se acaba de colmar:
El amor humano nunca es simétrico. Ni entre amigos ni entre amantes. Ningún amor es justo jamás.

Kirmen Uribe: Mussche, Susa 2012

La traducción y la adaptación de los fragmentos citados son mías.


En español, Lo que mueve el mundo, Seix-Barral 2013


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miércoles, 12 de junio de 2013

El exilio infantil



Los árboles de casa y los de Flandes no daban la misma sombra. La vida también era diferente en Bilbao y en Gante. La primera sorpresa agradable fue el pan blanco, porque durante la guerra, en Bilbao, no habían probado otro pan que no fuera negro. 

También era nuevo tener juguetes en casa. Cada uno el suyo, además. Algo así era impensable en el País Vasco. Aquellos juegos caseros, aquella tibieza daba cierta seguridad a las criaturas. Precisamente el cambio más grande para los niños vascos que llegaron a Bélgica fue tener juguetes. No jugaban en la calle, como en Bilbao, con ruedas de hierro oxidado o pelotas de trapos viejos. En Gante tenían muñecas,  camiones, grúas, bicicletas… Aunque las familias de acogida fueran de clase trabajadora.

Además, pasaban mucho tiempo con la familia, sobre todo los fines de semana. Eso no sucedía nunca en casa; en casa los padres siempre estaban haciendo otras cosas, no jugaban con los hijos. En el pequeño universo de estas criaturas, los padres solo eran la imagen de la autoridad.

Pero en Bélgica a menudo se juntaban un montón de niñas y niños los domingos en una casa, a jugar, en una estancia o en el jardín. Hermanas, hermanos, primas, primos, amigas y amigos… Un grupo numeroso de niños juntos.


Kirmen Uribe: Mussche, Susa 2012
La traducción y la adaptación son mías.

En español, Lo que mueve el mundo, Seix-Barral 2013

 

jueves, 19 de enero de 2012

Limonov (y 7)

Aquí tienes las seis anteriores entradas sobre Limonov: una, dos, tres, cuatro, cinco y seis.


¿Qué hace hoy Limonov?

Limonov es hoy el presidente del comité ejecutivo del partido La Otra Rusia y a menudo protagoniza protestas de todo tipo, también callejeras, contra Vladimir Putin, que ha venido a convertirse en su definitivo capitán Lévitine: según una teoría del propio Limonov, el capitán Lévitine es ese tipo o tipa con el que te cruzas una o varias veces en tu vida, con quien instintiva, inconscientemente, sin siquiera desearlo, compites, y que te vence, te pasa por delante cuando tú sabes que eres mejor. Los capitanes Lévitine son letales para sus enemigos: te hunden, te enfrentan a tu miseria moral, te hieren ese ego que no querrías tener, esa vanidad que en otros ves estúpida. Limonov ha tenido varios capitanes Lévitine en su vida (Joseph Brodsky, por ejemplo, fue uno de ellos) y ahora se enfrenta al mayor, contra el que lucha con varias armas.

En enero de 2011 Limonov funda el movimiento Estrategia 31, que se manifiesta los días 31 del mes (es decir, una vez cada dos meses) en pro de la libertad de reunión, amparada teóricamente por el artículo 31 de la constitución rusa. Todos los 31 de mes, pues, se manifiesta, lo detienen, lo meten durante unos días e incluso semanas en prisión, a veces le dan unos porrazos y luego lo liberan.


Cuando acaba el libro de Carrère, Limonov está casado con Ekaterina Volkova, una joven actriz, muy conocida en Rusia gracias a una teleserie, y tiene dos hijos. Ahora leo que se han separado.

El 31 de noviembre de 2011 anuncia su candidatura a las elecciones presidenciales rusas de 2012 con un programa político que propone, entre otras medidas, crear una nueva capital en Siberia y transformar el Kremlim en museo.

Ese mismo día 31, durante la manifa habitual, lo detienen. El 6 de diciembre, todavía en prisión, concede una entrevista en la que afirma que ha optado por la vía de la resistencia civil, ya que no cree una revolución factible, y confiesa sentirse decepcionado por su ex correligionario Kasparov, a quien Limonov veía como futuro presidente de Rusia. Kasparov, sin la dureza ni el aguante de Limonov, se retiró de la escena política en 2007, tras ser detenido y pasar cinco días en prisión.

El 7 de diciembre de 2011 leo en rusiahoy.com que participó en la manifestación de protesta por el presunto fraude electoral en las elecciones legislativas rusas y fue detenido, con otras seiscientas personas más, aunque puesto en libertad horas más tarde.

El 18 de diciembre la comisión electoral rusa invalidó su candidatura a las elecciones presidenciales de 2012.

El 31 de diciembre también se manifiesta con Estrategia 31 y también lo detienen.

En las entrevistas que ha concedido, tras el éxito del libro en Francia, ha hablado mucho, sobre todo de política, que es en lo que está ahora, y sigue dando leña a todo; a Europa:

 Europa miente cuando dice que defiende el bien, la democracia, los derechos humanos, pues en realidad mata a los países diferentes, a los países diferentes, a las gentes diferentes. Europa persigue el bien con todos los medios del mal. Europa sufre una crisis profunda, una cirsis de conciencia. Está perdida.
Y a la Rusia de Putin-Medeiev, claro:

Aquí en Rusia se falsean tanto las encuentas como los resultados electorales. Hay quien se dedica a hacerlo de la manera más tranquila y rutinaria, y probablemente con la mejor de las intenciones.
Una pena que los libros haya que detenerlos en algún momento, porque me temo que Limonov todavía dará que hablar y que escribir como para rellenar aun varios volúmenes.

lunes, 16 de enero de 2012

Limonov (6)

Limonov escritor y amante

Además de en inglés y en francés, Limonov ha escrito sobre todo en ruso poesía, relatos, ensayos y una novela. En total tiene 51 volúmenes publicados. Los más jugosos, cínicos y violentos son los autobiográficos, siempre en ruso. En realidad, no es un escritor de ficción. Sólo tiene dos novelas “inventadas” y sobre una de ellas Óscar y las mujeres, casi todo el mundo coincide en que es muy floja. Su gran argumento es su propia vida. Prolífico y brillante, hay quien lo define como “el Bukowski ruso”.

De cada época de su vida da testimonio autobiográfico. Y en cada época le acompaña una mujer, un gran amor. La  mayoría de estas mujeres han sido rusas.

De sus andanzas como pandillero juvenil en Karkov cuenta en Historia de un granuja (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1993). Cuando se instala en Moscú, comienza a publicar poemas, muy influidos por Vladimir Maiakovsky. En Karkov y Moscú su amante fue Anna, líder de la bohemia local.

En El poeta ruso prefiere a los negros grandes y Diario de un fracasado, que muchos consideran su mejor obra, habla de sus malas épocas en Nueva York durante los años 70, cuando vagabundeaba por las calles de Manhattan y tocaba fondo en muchos sentidos, mientras lloraba a Elena, la mujer con la que abandonó Rusia, y odiaba al mundo entero.

Su época de mayordomo la relata muy corrosiva  e incluso cruelmente en Historia de un servidor, que salió en español en 1991. Vivía entonces emparejado con el ama de llaves de la misma casa, norteamericana, la única de sus mujeres que no fue rusa.

En París su pareja es otra rusa, Natacha, cantante y alcohólica. Escribe entonces sobre todo artículos periodísticos, una novela y varios relatos.

Convertido en líder político opositor en Rusia, con más de cincuenta años, tiene una novia de dieciséis que aparenta doce.

En su estancia en la cárcel escribió Mis prisiones y El libro de las aguas, una reflexión lírica sobre los ríos, lagos y mares que marcaron su vida. Ya en libertad, sobre sus luchas contra Putin, ha publicado escritos políticos: La otra Rusia y Limonov contra Putin.

En Francia, dado el éxito del libro de Carrère, Albin Michel y Le Dilettante han reeditado varias de sus obras.

Su bibliografía completa está en limonow.de.

Continuará

jueves, 12 de enero de 2012

Limonov (5)

Su nombre se limpia un poco

Paradojas del destino, Limonov empieza a estar mejor visto cuando en 2001, durante el primer mandato de Putin, lo encarcelan por tráfico de armas y un presunto intento de golpe de estado y lo condenan a catorce años de prisión.

Su oposición al régimen de Putin le hace merecer los elogios de Elena Bonner y de Anna Politkóvskaya, tan bien consideradas ambas en Occidente, y elevadas casi a los altares. No lo ven como se le ve, por ejemplo, desde Francia, o sea, como un fascista despreciable que encabeza una cuadrilla de skinheads, sino que elogian su valentía y su integridad y creen que su partido es una oposición creíble al poder.

Aunque él reniega de esa imagen políticamente correcta y recuerda “No soy un disidente; soy un delincuente”, una campaña internacional por su liberación hace que solo pase dos años en la prisión Engels, un monstruo carcelario que no figura en los mapas, cuyos grifos de acero le recuerdan a unos diseñados de Philippe Starck que conoció en un hotel del lujo de Manhattan. Carrère hace notar que pocos seres humanos poseen una experiencia vital que les permita hacer semejante comparación.

Cuando sale de prisión funda la coalición La otra Rusia (Drougaia Rossia), con el ex campeón mundial de ajedrez Gari Kasparov y Mikhail Kassionov, antiguo ministro de Putin.

 Limonov y Kasparov

Funda también Lemonka (‘granada’), publicación underground prohibida después por el régimen.

El Partido Nacional Bolchevique fue ilegalizado en 2007 por “extremismo”. En ese mismo año 2007 se encuentran Carrère y Limonov. Bueno, mejor dicho se reencuentran, pues ya habían coincidido décadas antes en París. El reencuentro se produce en una manifestación de recuerdo a las víctimas del secuestro del teatro Dubrovka de Moscú:

Portan las pancartas huérfanos, viudos y viudas, madres y padres que han perdido a un hijo; no hay palabra para denominarlos, ni en ruso ni en francés. [Tampoco conozco yo esa palabra en ninguna otra lengua.]

A partir de 2009 Limonov se hace un habitual de la prensa rusa de todos los colores, gracias a variados escándalos y detenciones. Alcanza, así, un extraño estatus que mezcla el vedetismo de una estrella del pop con el de un agitador ultranacionalista.

Continuará

miércoles, 11 de enero de 2012

Limonov (4)

Regreso a Moscú

Antes de abandonar del todo París, en los años 90, viene la parte más negra de su biografía, la de su colegueo con Radovan Karadzik, un tipo acusado de minucias como genocidio o crímenes contra la humanidad.

Hay en Youtube un vídeo, titulado Russian Writer shooting at Sarajevo, entre criminal y grotesco, de Limonov con Karadzik, en el que el ruso dispara contra Sarajevo. Carrère confiesa que, cuando vio estas imágenes, se bloqueó y estuvo a punto de abandonar su proyecto de libro. Luego decidió retomarlo e intentar comprender, esforzarse por entrar en las cabezas de los hombres que aman la guerra, que reivindican la guerra como forma de vida. Como resultado, les dedica un par de páginas bellas y estremecedoras, de las mejores del libro. No convencen, por supuesto, nadie se vuelve militarista ni proserbio por leerlas, pero aclaran mucho.

Una vez en Rusia, decide crear una alianza entre la extrema izquierda y la extrema derecha y funda, así, el Partido Nacional Bolchevique, con una militancia inclasificable, los nasbols, “parcialmente skin, con toques de altermundialismo, izquierdismo disparatado y misticismo ruso”.


He encontrado en la red varios sitios referidos al Partido Nacional Bolchevique de España. Todos sin actualizar.

Volviendo a Rusia, la bandera de estos nasbols es como la nazi, pero con la cruz gamada sustituida por la hoz y el martillo. Ellos (son más ellos que ellas) tienen pinta de skin heads o punks; visten de negro, llevan el pelo rapado y Dr. Martens en los pies.


Limonov con la bandera del Partido Nacional Bolchevique

Su añoranza del estalinismo, sus tonteos con el fascismo, sus fotos con Le Pen y su amor por las armas lo convierten en un impresentable ante nuestras biempensantes cabezas occidentales. Un impresentable chic, pero impresentable.

lunes, 9 de enero de 2012

Limonov (3)

Varias vidas en una

La historia vital de Limonov es casi inabarcable. Ni en las más de trescientas páginas escritas por Carrère se agota.

Nació en una pequeña ciudad industrial cercana a Gorki, pero vivió su infancia y primera juventud en Karkov, Ucrania. Tuvo una adolescencia conflictiva y delictiva, aunque no dejó nunca de cultivarse intelectualmente.

A principios de los 70 se trasladó a Moscú y allí fue poeta bohemio. Alcanzó un éxito relativo y tocó las narices al régimen soviético hasta el punto de que fue “invitado” a abandonar la URSS y en 1974 partió hacia Nueva York.

En Nueva York las pasa canutas: vive en un hotel ruinoso y, a veces, en la puñetera calle. Se prostituye. Mejora su suerte cuando se empareja con un ama de llaves y consigue empleo como mayordomo en su misma casa.

Después de idealizarla desde Karkov y desde Moscú, América lo decepciona, como a tantísimos emigrados. En 1982 se instala en París, donde consigue vivir de lo que escribe. En Francia lo recuerdan más que nada por esa época parisina. Para los franceses Limonov es entonces un escritor, un intelectual y disidente soviético que no encaja en el estereotipo solzhenitsyneano: luce una coqueta perilla y escoge lo que viste, cultiva musculitos y parece más una estrella del rock, un libertario, un Rimbaud. De hecho, Solzhenitsyn lo detesta: dice de él que es “un insecto despreciable que escribe pornografía”.

En París lo pilla la caída del muro de Berlín y, cual francotirador loco, es el único que insulta con sus escritos a Gorbachov y publica cosas como esta:

En una noche, Egon Krenz [último secretario general del Partido Socialista de la Alemania del Este] ha conseguido por fin invadir Occidente. Contra todos los misiles de la OTAN, ha lanzado millares de jóvenes, de niños, de ancianas damas desarmadas, con los bolsillos vacíos y lo ojos inyectados en consumismo.

Tras la caída del bloque soviético, regresa para pasar unos días en Rusia y visitar a sus padres, después de más de veinte años sin verlos. Son hermosas las páginas sobre las conversaciones con su madre, que le ofrece regresar e instalarse en su humildísimo apartamento de Karkov y se disgusta con el Estado francés, que, a diferencia del soviético, obliga a sus ciudadanos a pagar el gas que consumen en casa.

Continuará

viernes, 6 de enero de 2012

Limonov (2)

La vida propia y la ajena

Limonov tiene un poco de cada una de las últimas obras de Carrère, en las que va y viene de su vida a las ajenas: por un lado, se centra en un personaje en concreto, como hacía en El Adversario; por otro,
Limonov podría ser su segunda novela rusa, ya que la primera fue Una novela rusa, en la que dejaba las vidas ajenas y volvía a la suya propia, y de qué manera. Luego regresa a las vidas ajenas precisamente con De vidas ajenas y luego se centra de lleno en Limonov.
 Carrère y Limonov en una viñeta de Mathias
 para Paris Match

Carrère no se atreve a decir que Limonov es una novela. Aunque la materia prima da para una novela picaresca o una Bildungsroman, aunque parte de una vida totalmente novelesca, y novelesca al estilo del XIX, con el nombre del protagonista en el título, con altibajos, tensión dramática, situaciones rocambolescas y personajes increíbles, prefiere decir que ha escrito un relato, una non fiction novel, una docuficción, porque lo que cuenta no es inventado.

Como también decía en la contraportada de De vidas ajenas, todo es cierto, real, aunque tampoco se puede decir que Limonov sea una biografía. Carrère se ha basado en los textos autobiográficos de Limonov y los ha dado por verdaderos. No se ha molestado en comprobar si lo relatado es rigurosamente cierto, se ha fiado por completo de la palabra de su protagonista: “Decidí fiarme de sus libros, porque, por extraño que pueda parecer, Limonov es de fiar. Tendrá muchos defectos, pero no miente, no tiene ningún superego ni se avergüenza de nada”, ha declarado Carrère en una entrevista.

Por el contrario, ciertas opiniones aparecidas en la prensa francesa aseguran que Limonov es un mitómano que no se molesta en distinguir entre la verdad y la mentira y que en este libro subyace un colosal engaño, pero ¿de quién a quién? ¿Limonov engaña a Carrère? ¿Carrère engaña al lector? ¿Limonov nos engaña a todos?

No tengo manera de responder a esas preguntas, no sé si Limonov es un adicto a la realidad, por cruel que sea, o un mentiroso inconsciente. Lo que sí es, sobre todo, es un hilo conductor fabuloso para recorrer variados escenarios, narrar varias vidas en una y desembocar en el hundimiento del imperio soviético, la perestroika, el postcomunismo y la Rusia terrible y convulsa de hoy en día; una buena excusa para dar cuerpo a estos tiempos confusos.

Gracias a Limonov sabemos, por ejemplo, que soviéticos y occidentales no compartimos en absoluto el mismo punto de vista sobre el postsovietismo, pues, a diferencia de en nuestras cabezas biempensantes, en Rusia se puede nombrar a Gorbachov y no suscitar ninguna polémica, ya que todo el mundo lo detesta y lo considera un fantoche. Boris Eltsin, para nosotros un populista borrachuzo, es un gran hombre de Estado (signifique eso lo que signifique, que nunca lo he sabido) y Vladimir Putin, ese pretendido supermacho blanquiñoso, no es en toda Rusia el diablo.

Limonov está escrita en primera persona. También cuando, en El adversario, Carrère se centró en Jean-Claude Roman, lo hizo en primera persona. Carrère, claro, ha tenido que darle varias vueltas a La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, y, sobre todo, a A sangre fría, de Truman Capote. Se confiesa admirador de ambas obras (yo también las admiro mucho), pero no comparte la postura que Capote adopta como narrador: Capote finge que está absolutamente ausente del relato; borra sus propias huellas, como si su mano no existiera, como si la materia literaria se hubiera ordenado así por sí sola. Carrère opina que esta posición que adopta Capote es “absolutamente falta de honradez y moralmente atroz”.

Dice Carrère que, como lector, frente a un texto, le gusta sentir que hay alguien detrás. A mí me sucede lo mismo. Ese ser que se pretende real y que me habla en primera persona me convierte la experiencia en más directa, hace que confíe más en él.

Carrère, por eso, se mezcla, se moja, se pringa en el relato. Pinta un retrato en el que se refleja y es, en parte, también autorretrato. Presenta a Limonov en cuanto que este se relaciona con él. Lo describe, lo narra, lo juzga y, sobre todo, intenta comprenderlo. Por eso se detiene a explicar los aspectos que no comparte con él: su añoranza del estalinismo, su exaltación del fascismo, su tolerancia a la violencia. Carrère, lector diario de Libération,  se molesta por adentrarse en su pensamiento y alma y ver qué es lo que sustenta esa personalidad extravagante. Lo que hace es explicar, sencillamente explicar; y explica bien. Las pocas páginas en las que explica el fascismo, por ejemplo, me han servido más que todos los tochos teóricos que me he tragado en esta vida, porque se pregunta fundamentalmente por ese fascistilla cabrón que, más o menos reprimido, todos llevamos dentro.

Eso es, más o menos, lo que también hizo Carrère en El adversario y lo que hacen las buenas novelas negras que me gustan: abrir una ventanita a nuestro infierno interior, a los abismos oscuros en los que portamos el odio hacia nosotros mismos y nuestros semejantes.